CON el escándalo protagonizado por Bernard L. Madoff no sólo se han volatilizado 37.470 millones de euros, también se deteriora aún más la confianza en un modo de gestión de las finanzas internacionales que ha tenido en el año 2008 su annus horribilis. Y quizás su final. Madoff era ese tipo de triunfador de Wall Street que venía defendiendo que con esfuerzo e inteligencia todo se podía conseguir. Madoff era uno de los gestores de más prestigio de Wall Street; dirigió la Bolsa tecnológica Nasdaq y venía ofreciendo a sus clientes rentabilidades anuales de entre el 8% y el 12% que, sin embargo, se sustentaban en algo tan antiguo como una estafa de estructura piramidal. Casi un timo de la estampita donde han caído algunos de los mayores inversores del mundo, bancos acreditados y los hegde funds, los fondos especulativos a los que algunos banqueros ya culpan de la actual crisis financiera mundial. Madoff nunca explicó cómo consiguió durante 13 años retornos de una media del 8%. Aunque algunos de sus rivales pidieron que se le investigara en 1999 y algunas revistas económicas, como la prestigiosa Barrons, puso en duda su negocio en 2001, la SEC (la Comisión Nacional de Mercados de Valores de EEUU) no apreció nada raro. Tanto en Banco de España como la CNMV han comenzado a investigar cuál es el alcance de la estafa de Madoff entre los clientes españoles, entre los que podrían estar algunas de las grandes fortunas del país. El caso tiene una enorme trascendencia. Justo cuando se empezaban a encajar las consecuencias de una crisis que también tuvo su origen en un modo muy peculiar de entender las finanzas, aunque, como se ha visto, nadie lo comprendiera de verdad, la estafa de Madoff añadirá más desconfianza entre los agentes económicos. Y eso, la desconfianza entre bancos e inversores, es el combustible que está manteniendo viva la llama de una crisis que comenzó siendo financiera y hoy es real. Quizás más que clamar contra un cambio de sistema, haya que reclamar otra forma de concebir las finanzas, una vuelta a los principios morales que también deben sustentar el mundo de los negocios.

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