Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

A fusilar

UN grupo de profesores de la Universidad de Granada, no muy numeroso de momento, ha constituido una plataforma contra el plagio. Quieren controlar o, más modestamente, avergonzar -o disuadir- a los muchos miembros de la comunidad universitaria que practican rutinariamente -y sin sentido de culpa y arropados por un silencio espeso y cómplice- el plagio. Los docentes sugieren que en todos los estamentos hay individuos prestos a fusilar investigaciones, artículos, memorias, tratados, monografías y, por hacer un guiño a la dialéctica, tesis, síntesis y antítesis. Copian profesores, estudiantes, doctorandos y doctorados. Cada uno a su modo.

Los profesores que pretenden que el Rectorado ponga en marcha el primer centro de control del plagio de la Universidad española precisan que desconocen cuál es el porcentaje de producción científica hurtada pero recuerdan que "en el ámbito universitario casi todo el mundo a lo largo de la carrera ha conocido algún caso". En Granada, por no abandonar la provincia, se dio el caso de un catedrático que fue juzgado por plagiar y convertir en apuntes un libro canónico de Derecho Romano de un colega de Madrid. El proceso de producción de la copia pudo ser el siguiente: el primer catedrático escribió el libro; el segundo catedrático lo copió para sus apuntes; algunos de los alumnos del segundo catedrático lo fusilaron para un trabajo de investigación; el trabajo de investigación fue copiado subrepticiamente por otro alumno de otro curso, que lo presentó como original al segundo catedrático que, cuando reconoció los párrafos que él había pirateado al primer catedrático, cerró los ojos comprensivamente.

Es muy probable, por añadidura, que muchos de los trabajos pertenecientes a esta serie imaginaria (pero probable) de copias formen parte ahora de ese inmenso reposadero (finito pero ilimitado) de erudición, tan falsa como auténtica, que regula el buscador Google y que sigue fertilizando los trabajos de otros copiadores.

Esta caída en el proceloso laberinto del plagio no es lo peor. Lo peor, según los profesores de la plataforma universitaria, son las consecuencias: el descenso de la calidad de la producción académica; el desprestigio de la Universidad; la falta de motivación de los investigadores y la consolidación de un fraude que todos conocen pero que ninguno (o muy pocos) están dispuesto a a atajar. La única razón que encuentro para explicar por qué este tipo de piratería auténticamente intelectual sigue impune y otras, como la de la música, es perseguida, es la de los derechos económicos. Lo más profundo del hombre sigue siendo el forro del bolsillo.

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