Reloj de sol

Joaquín Pérez Azaústre / Azaustre@yahoo.es

Una fiesta democrática

LA fiesta es contagiosa, es fiesta viva, como también es fiesta vida. La Constitución merece un día de fiesta y que su ritmo pulcro se contagie, porque la Constitución está viva y porque también es vida, o quizá también porque la vida, tal y como la entendemos, tal y como queremos entenderla, sólo es posible desde aquí, desde esta Constitución que a todos nos ampara y nos define, nos hace ciudadanos de derechos. Creer en la vida democrática es creer en las instituciones, en su funcionamiento exacto y libre, y por eso el cuerpo legal superlativo, que es también cuerpo génesis, como también cuerpo madre, es una gratitud que nos debemos a nosotros mismos. Lo otro, lo contrario, es una anarquía residual donde el Derecho, entendido como capacidad para vivir sin ser aprisionado por el fuerte, sería un tenue residuo de otro tiempo. La anarquía, como discurso, puede venir bien a cierta edad, pero lo cierto es que la norma madre, la norma generadora de otras normas, el paraguas de nuestra vida digna, ha regalado a España su mayor período libre, pero también en paz.

Hasta esta Constitución, habíamos tenidos períodos más o menos libres y más o menos fugaces, como también habíamos tenido décadas de paz. Sin embargo, muy difícilmente habían coincidido los unos con los otros. La Constitución quizá pueda operar como botón de ancla de esta vida, que es también vida nueva en nuestra Historia, la de una convivencia en el Derecho. El Derecho natural, los principios etéreos y anhelados, volátiles y éticos que han preocupado al hombre desde siempre, han tenido en la Constitución una aplicación práctica, un cierto empirismo de vanguardia sobre el contorno suave; porque la ley suprema, en sí, es imperfecta, como toda ley es imperfecta, pero en esa imperfección radica la pureza de su impulso, que ha sido la libertad pacífica. La libertad pacífica, como concepto vital, como latido múltiple y urbano, es lo que diferencia la moral del estacazo hispánico de sangre. España sigue siendo un país de estacazos por encima de la solidaridad buscada en democracia, España sigue siendo la patria de Caín. Sin embargo, a base de vivencias compartidas, hechas ya misiones pedagógicas, la libertad pacífica se ha convertido en norma afortunada.

La Constitución defiende, garantiza, la libertad pacífica de todos, incluidos aquellos que no confían en ella, que están en contra de ella. Es por eso que la Constitución es para todos, no sólo para aquellos vocingleros que siempre se la ponen por montera. Hoy es nuestro día de Acción de Gracias, nuestro 4 de julio, nuestra independencia del horror. Sin la Constitución, habríamos regresado a las cavernas.

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