Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

El 'fast-tour'

Reservan por internet viaje y alojamiento barato, visitan a la carrera y carretera y manta a Córdoba o Sevilla

Del turismo en España, más aún en la inane Granada, no podríamos prescindir aunque los que nos visitaran fueran hooligan adictos al balconing, algo así como los que vienen de despedida de soltero pero en extranjeros suicidas. Los turistas son oro negro en chancletas. El sector supera el once por ciento del PIB de un país que no supo/quiso diversificar ingresos hasta el punto de que el boom inmobiliario buscó refugio donde sólo lo había, provocando este nuevo boom turístico nacido de la inestabilidad del mundo árabe.

De este modo, ahora hasta los albañiles y arquitectos se quieren hacer guías u hosteleros para pillar algo del único sector no tocado casi por la crisis. Trenecitos, Air B&B hasta en la cocina, terrazas hasta en las alcantarillas… Podemos morir de éxito con un mercado sin administración que lo encauce y sin más brida que la del beneficio puro y duro.

Es patente para cualquiera que vamos en la estela del fast food pero en versión turismo. La calle Reyes Católicos parece ya una sección de grandes almacenes que van ascendiendo por el Albaicín y sustituyendo a su paso el tejido comercial del vecindario de un centro machacado de por sí por las grandes superficies del extrarradio. Despoblamiento humano, hordas de turistas sin más fin que comprar (poco) y un patrimonio que solo es excusa para aligerar los bolsillos del visitante venido de Málaga, Madrid o Sevilla de paso y sin parar casi a conocer la ciudad más allá del triángulo de oro de la Alhambra-Catedral-paseo por el Albaicín.

Así es el fast-tour: reservan por internet viaje y alojamiento barato; visitan a la carrera la Alhambra arreados por los vigilantes que saben que una pausa puede detener el torrente de más de siete mil visitantes diarios; comer rápido, donde sea; comprar el trofeo de recuerdo; un selfie y unas tapas; y tras la noche, carretera y manta a Córdoba o Sevilla.

La política no es el fuerte de los políticos. Saben de hacerse fotos y de intrigar en el partido, pero de hacer el bien común más bien poco. El problema es demasiado complejo -en esencia, buscar el turismo de calidad y no el de alpargata-, para gente sin muchos estudios ni creatividad ni luces que dejan la capital en manos de un capital al que no le tosen. Y el deterioro ya se nota. A ver quién le pone coto.

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