La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

El fantasma en su investidura

En su diarrea mental, Carles se ha fabricado un mundo irreal en el que Rajoy retira las querellas y manda al juez que se olvide

Mientras la fuga de empresas se acerca inexorable a las 3.200 (la penúltima, Endesa) y el Banco de España alerta de nuevos impactos negativos de la incertidumbre catalana, el Fantasma de Flandes trata de sacar adelante, contra el criterio de ERC y del propio PDeCAT en el que milita, su investidura como presidente de la Generalitat. Una investidura fantasmal, como corresponde al protagonista y al procedimiento elegido para su propósito.

Parece un chiste: un discurso de investidura pronunciado fuera del Parlament que debe aprobarlo o rechazarlo, a muchos kilómetros de distancia, retransmitido gracias a las nuevas tecnologías a los diputados catalanes y que éstos habrían de votar en ausencia física del candidato. Lo nunca visto, lo nunca vivido. Imaginemos que fuera investido por el método del plasma. ¿También gobernaría vía telemática?

Parece un chiste, sí, pero si se piensa que esto lo propone absolutamente en serio quien más posibilidades reúne de presidir el gobierno de una de las regiones más ricas de Europa, dentro de un Estado democrático y de uno de los países más desarrollados del mundo, maldita la gracia que tiene. Sólo refleja el nivel intelectual y político de Puigdemont, Turull y demás.

En realidad las ensoñaciones narcotizantes de Puigdemont van por otro lado. Lo que él maquina en su cabecita loca es tal que así: a mí me vota la mayoría independentista, me restituyen en el cargo que me quitó el 155 y, con esa legitimidad renovada, a Rajoy no le queda otro remedio que asumir la derrota del Estado español, dejar de perseguirme y negociar conmigo de tú a tú.

En su incontrolable diarrea mental (incentivada por el hecho innegable de que dos millones de catalanes siguen respaldando la secesión, a pesar de la ruina, las mentiras y la soledad), Puigdemont se ha fabricado un mundo de irrealidad en el que Rajoy ordenará a la Fiscalía que retire las querellas contra toda la banda que organizó durante años el más frontal ataque a la Constitución que se recuerda y ordenará al magistrado del Supremo que instruye el caso que se olvide de todo. ¡Como si eso fuera posible! Cree, como Jesús Gil en su día, que los votos le exculpan de sus delitos.

A todo esto, para que la investidura fantasmal triunfe -virtualmente- harían falta requisitos previos: cambiar el reglamento del Parlament, convencer a ERC de que la vote y que los diputados huidos o presos dejen sus escaños a los siguientes. No son fáciles.

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