Uno. Primera impresión. Aprendí pronto, cuando aún era pequeño, que la tele era un poderoso elemento para determinar si una huelga funcionaba o no. Pues en ese plano, la tele de las mañanas es la de mujeres presentando las noticias tempranas y los magazines de las cadenas: cero, ni una. Y cabe suponer que con distintas ideas cada una de ellas. La jornada de reivindicación iba a funcionar.

Dos. Café. Aquí no percibí nada especialmente gravoso para el sistema. Atendido en idéntica proporción y por las mismas personas de siempre, mujeres y hombres. Lo que sí noté fue que algunas conversaciones de algunos varones se iban agriando. Quizás con una broma previsible, quizás con un reparo más severo por ir contra todo...pero me dio que se mascaba en el ambiente algo distinto.

Tres. La jornada. Yo trabajé con normalidad, mis compañeras no. No hicimos nada por suplirlas porque, en nuestra opinión, se trataba justamente de que se notase la ausencia, esto que ahora se llama visibilizar. Durante el resto del día, salvo los apuntes de las noticias, no tuve más datos ni propios ni ajenos de cómo marchaba el tema.

Cuatro. Manifestación. Tremenda. En todas las ciudades, un seguimiento masivo. No sé las cifras exactas, ni entraré en la diferencias de números que siempre se ofrecen. Sencillamente fue una barbaridad de gente. Señalo esto, gente, porque aunque la movilización fue convocada por y para mujeres, lo que allí había superaba las expectativas claramente en género y número.

Cinco. Imbéciles. Afloran por doquier. Energúmenos, con la evidencia del triunfo del día, haciendo la gracieta en una plaza de Sevilla llamando perras guarras a las manifestantes y dejándolo para la posteridad, ellos tan listos; políticos trasnochados eligiendo consejeras en función de sus tetas, y todavía están por ser elegidos ellos; y muchos, muchos, muchos, de nosotros, todavía chavalines en el desafío de la igualdad, a medias contentos, contentísimos, con el éxito de la jornada y a medias, desorientados, porque tememos perder el machito en el que estamos cómodamente instalados. ¿Imbéciles entre ellas? También. Pero la respuesta general de las mujeres, que prescindió del limitado sesgo anti-sistema para decir que cualquiera que sea el "sistema", no funcionará sin ellas, hace arenilla de los borrones.

Seis. Consecuencias. El riesgo del éxito formal estriba en quedarse ahí: en lo formal. El envoltorio de este 8-M es tan brillante que rápidamente cambió los discursos políticos más críticos por promesas de acción. Tras el 8-M, impulso concreto, e imprescindible, en brecha salarial, conciliación y seguridad, para empezar. El desafío es identificar la agenda feminista con la agenda de la democracia.

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