Tribuna

Los evangelios apócrifos de Tomás y Judas

SIEMPRE resulta gratificante leer un libro o un artículo de Manlio Simonetti, ilustre profesor del Instituto Patrístico Augustinianum, de Roma. De especial interés para los cordobeses es su obra La crisis arriana en el siglo IV (Roma, 1975) en la que sitúa en el lugar exacto de la historia a nuestro obispo Osio, opuesto frontalmente a Arrio, cuya herejía contra la divinidad de Jesucristo hizo creer en un determinado momento que el orbe se había hecho arriano. Tan grande llegó a ser el alcance de sus afirmaciones heréticas y el número de los que le seguían. Recientemente acaba de aparecer un extenso artículo del autor titulado Elaine Pagels acerca de los evangelios de Tomás y de Judas: un uso gnóstico de los textos gnósticos (Roma, 2007).

Para comprender lo que significa el título de evangelio apócrifo bastará repetir la definición que de tal clase de libros dio E. Amann: son todos los escritos que, desarrollando temas análogos a los de los libros canónicos del Nuevo Testamento, pretenden de forma más o menos velada arrogarse el carácter de sagrados y equipararse a los que la Iglesia tiene como inspirados, sin que, a pesar de todo, hayan conseguido ser recibidos oficialmente por ella en el canon. Los dos evangelios del título son, por tanto, obras que pretendieron pasar en un determinado momento como libros revelados por Dios.

Mucho se ha hablado desde abril de 2006 hasta nuestros días del Evangelio de Judas, un texto nuevo gnóstico en traducción copta de un original griego perdido. Habrá de tenerse en cuenta que el gnosticismo de que se habla fue un movimiento sincretista religioso que mezclaba ideas religiosas del judaísmo tardío con ciertos rasgos de la revelación cristiana.

Afrontamos el caso de ambos evangelios gnósticos con motivo de las obras de E. Pagels sobre ellos, publicadas en Estados Unidos y en Italia: El Evangelio encontrado de Judas. En los orígenes del cristianismo (2007) y El Evangelio secreto de Tomás. Búsqueda del libro más escandaloso del cristianismo de los orígenes (2003). No tardarán sin duda en aparecer en lengua española. La autora es una reconocida gnóstica que une de modo hábil, a veces sugestivo, observaciones críticas con anotaciones de carácter estrictamente personal, por lo que el lector habrá de dotarse de especial perspicacia para discernir la ciencia del sentimiento personal. La Pagels se suma con simpatía al ejército de los vencidos por el triunfo de la ortodoxia. Por eso se pone del lado de Judas, discípulo preferido de Jesús, según ese evangelio, al que, según ella, le fue ordenada por Cristo su traición. Los gnósticos, con Judas, se han convertido en las víctimas de la prepotencia de los católicos.

Este escrito gnóstico es muy importante por dos razones íntimamente relacionadas entre sí. La primera consiste en una presentación positiva de Judas y negativa de los demás apóstoles. Como refiere M. Simonetti, la singular importancia del evangelio de Judas está en el hecho de que en él quedan valorados negativamente no personajes del Antiguo Testamento sino los apóstoles de Jesús, acerca de los cuales otros escritos gnósticos ofrecen una valoración positiva. La segunda razón estriba en la abierta polémica con la Iglesia católica en cuanto ésta se apoya en la autoridad y en la tradición de los apóstoles. Se trata pues de una postura anticatólica de los gnósticos, definida y compartida por la norteamericana como "rabia". La autora se extiende al caso del martirio de los cristianos visto como sacrificio de sangre.

Otro estudioso de la actitud de los herejes ante el martirio, el jesuita español Antonio Orbe, ya se había fijado antes en un fragmento del gnóstico Eracleón, el cual despreciaba la confesión de la fe cristiana con derramamiento de sangre ante el magistrado al contraponerla a la confesión de fe implícita en una vida honesta. Otro gnóstico, incluso, había propuesto como válido negar la fe públicamente ante los jueces manteniéndola en el corazón.

No nos encontramos sólo ante originales antiguos no cristianos. Se trata, sin más, de proponerlos a los lectores como una visión auténtica de las primeras comunidades cristianas. Quien los lea sin advertencia será inducido a error. Su carácter esotérico, tan del gusto de hoy, no dejará de atraer a muchos.

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