Eta nunca fue necesaria. Nunca tuvo sentido, porque no lo tiene matar. Hay algunos que desde un punto de vista histórico y hasta político justificaron su nacimiento en tiempos de la dictadura franquista por la ausencia de libertad. De cualquier forma, llegada la democracia, cualquier atisbo de sentido se pierde definitivamente, si es que alguna vez lo tuvo, que no fue así. ETA ha extorsionado, ha secuestrado, ha torturado y ha matado. Es una banda criminal, de tipos miserables y cobardes, enfundados en una parafernalia ideológica que les proporcionó un lenguaje alternativo, lucha armada por violencia asesina, y una permanencia en el tiempo totalmente gratuita.

ETA perdió. El mayor logro de la democracia española es la derrota de ETA. Perdió como lo hacen los malos, pero perdió. Cese definitivo de la violencia que permite que vivamos todos más tranquilos, en el País Vasco y en el resto de España. Grandísimo esfuerzo de todos los estamentos públicos de nuestro país con mención especial para el presidente Zapatero y su vicepresidente Alfredo Pérez Rubalcaba, porque la historia se escribirá con su jalón. Ahora, ETA ha anunciado que esta primavera que ha comenzado celebrará los días sin sus malditas armas. De la misma manera que la derrota no la vistieron de rendición, la entrega de armas de ETA es un desarme. Pero lo que cuenta es lo que cuenta: primero, ETA no mata; segundo, ETA no tiene armas. ¿Qué queda? Que ETA no exista.

Los procesos tienen fases y, en ocasiones, retornos. Ese punto posible de retorno es completamente indeseable. No queremos retorno alguno. Ni que ETA tenga armas, ni que vuelva a matar. No queremos que se levante desde la derrota para amargarnos la vida de nuevo, para enterrar a cualquiera en cualquier sitio. Para ETA, matar salía muy barato; en cambio, acabar con ETA es caro, muy caro en vidas, muy caro en paciencia, muy caro en aguante. Así que, llegados hasta aquí, más aguante: el proceso debe concluir, que entreguen las armas, que se queden listos, y después seguir con astucia, y con más paciencia, hasta la disolución.

El respeto escrupuloso a las víctimas de ETA, a la memoria de los que mataron, y el apoyo a las que quedaron malheridas pero vivas, es innegociable. Resolver la fractura del terrorismo etarra no puede fracturar a los demócratas, pero cuando ETA no sea, que llegará ese día, no serán días de venganza sino de justicia, que no es lo mismo. Para las venganzas, no hacen falta ni la política ni la democracia, solo son precisas las pistolas y lo que hoy sabemos es que ellos entregan las suyas. Seamos conscientes de la dimensión de nuestra victoria absoluta para que todos nuestros pasos caminen hacia delante.

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