Tinta y borrones

El ejemplo de Ocaña

Lo más importante que pueden decir de uno es que eres buena persona. Y en eso hay unanimidad

El número de teléfono de Andrés Ocaña fue uno de los primeros que apunté en mi recién estrenada agenda que me regalaron en el verano de 2006 -y que aún conservo- cuando empecé a descubrir el oficio como becaria en este periódico. Yo entonces tenía 21 años y mi experiencia se remitía al verano anterior cuando, también en estas páginas pero en la sección de Cultura, fui quitándome el miedo a enfrentarme a la página en blanco. Pero Local era ya otra cosa, prácticamente una jungla en la que había que estar muy curtido para soportar los envites de unos y otros y no venirse abajo. En ese contexto, Andrés Ocaña, por entonces al frente de la Gerencia de Urbanismo, fue uno de los primeros personajes de Capitulares que conocí y con los que tuve que tratar en mi rutina periodística. El fondo norte, la variante de la N-432, las obras de las casas de El Cerro o la Ronda Norte fueron algunos de los temas a los que me enfrenté ese verano y recuerdo la frase fatídica que hacía que me temblaran las piernas y se me disparara el corazón: "llama a Andrés y pregúntale por...". Era prácticamente lo peor que me podía pasar, sobre todo porque en esa época -ahora también me pasa- no lograba entender muchas cuestiones urbanísticas y siempre tenía que volver a llamar. Horror. Siempre le agradeceré su infinita paciencia que salía a relucir tras los gruñidos iniciales. "¿Pero es que usted no se ha enterado de que..."? No, no me había enterado.

Un año después me incorporé a esta cabecera de manera definitiva y los encuentros se convirtieron en más habituales. Le perdí el miedo a Andrés Ocaña, pero nunca el respeto. Siempre he pensado que en esta profesión no se viene a hacer amigos -aunque la verdad es que me ha brindado compañeros que se han convertido en familia- y que hay que saber cuál es el sitio de cada uno. Desde ese punto de vista, para mí Andrés Ocaña fue un ejemplo de político honesto y comprometido al que le debo gran parte de mi aprendizaje periodístico, ese que nunca termina. Quizá con esa edad no supe del alcance de la persona con la que estaba tratando. Hoy, dos corporaciones y dos equipos de gobierno después, se me hace más valioso que nunca su ejemplo, tanto dentro como fuera de la política, porque lo más importante que alguien puede decir de uno es que eres una buena persona. Y en eso hay unanimidad.

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