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Enrique Bellido

El ejemplo de Cabra y Palma

Alo largo de este mes que termina se producían en nuestra provincia dos hechos que si no insólitos sí que se dan con escasa frecuencia en la vida política. Los escenarios eran los salones de plenos de los ayuntamientos de Palma del Río y Cabra.

En ellos se debatían los presupuestos municipales para el año próximo -acontecimiento este que tampoco suele ser habitual en el seno de nuestras corporaciones municipales, acostumbradas a aprobar sus cuentas bien avanzado el año en el que deben surtir efecto-, y a la hora de someterlos a votación ambos contaron con el voto favorable de los representantes del Partido Popular, aún cuando habían sido elaborados por el PSOE en el caso de Palma, y de socialistas y sus socios de IU en el gobierno municipal, en el caso del municipio egabrense.

Ello, precisamente, cuando estamos a escasas fechas de participar nuevamente del enfrentamiento electoral que generaran las próximas autonómicas y nacionales y en el ámbito municipal renacerán las discrepancias entre quienes hace pocos días se mostraban de acuerdo en las grandes cifras e inversiones para su ciudad.

¿Qué lectura podemos hacer de estos hechos?

Hay que adelantarle al lector que tanto en el municipio del bajo Guadalquivir como en el de la Subbética, los votos de los populares no eran decisivos a la hora de la aprobación de sus presupuestos pues José A. Ruiz Almenara y Dolores Villatoro, alcalde y alcaldesa respectivamente de ambos, cuentan con mayoría suficiente para gobernar sin el apoyo del PP.

Ello elimina el condicionante que pudiera nacer de la necesidad de sumar voluntades para sacar adelante las cuentas municipales. Por tanto, hemos de entender que los grupos municipales populares de ambas corporaciones prestaron su apoyo de forma libre, valorando exclusivamente el contenido de aquello que aprobaban y su sintonía con las propias propuestas electorales del pasado mes de mayo.

Queda por conocer si entre gobierno y oposición se estableció, previamente al debate municipal de los presupuestos, algún tipo de contacto encaminado a acercar posturas que pudiesen facilitar que la norma aprobada contase con el nivel más amplio posible de consenso. En cualquier caso lo sucedido en Cabra y Palma del Río es una muestra más del grado de la ficticia politización ideológica que se vive en el entorno local, más propia del interés electoralista que del establecimiento de formas realmente distintas de gobernar.

Hoy en día, las sensibilidades sociales no son patrimonio exclusivo de la izquierda, como tampoco lo es de la derecha el desarrollo económico o el interés por el empresariado, ya que ambas facetas se encuentran íntimamente ligadas, siendo inviables las unas sin las otras.

Distinta es la capacidad de unos y otros para abordar con éxito esas materias y muchas más que concurren a la hora de administrar lo público, capacidad que no tiene porqué estar ligada necesariamente a las siglas o el marchamo ideológico de tal o cual partido, sino a la idoneidad personal de quienes asuman la responsabilidad de afrontarlas.

Los presupuestos municipales vienen a ser como un esqueleto humano, que evidentemente debe estar bien conformado, pero que al final no será visible, sobre el que habrá que ir insertando músculos, tendones, arterias y venas, órganos y piel, que representan las diferentes áreas y actuaciones que a lo largo de su periodo de vigencia deberá soportar y que darán forma al mismo. Por supuesto que del acierto a la hora de elaborar este elemento primario y fundamental, pero también de cómo se vaya rodeando de estructuras, dependerá la funcionalidad del mismo y la propia salud final del municipio.

Por ello que puestos de acuerdo en lo básico, lo cual me parece un ejercicio de cordura política, queda ahora que gobierno y oposición en los dos municipios cordobeses acierten a la hora de generar los elementos más dinámicos, lo que permitirá que la empresa política que representa todo ayuntamiento camine con soltura y responsa con cordura ante las necesidades de los ciudadanos, ofreciendo además una imagen no sólo sana sino también amable.

A partir de ahí, bien es verdad que caben las discrepancias, que en el terreno del diálogo mutuo pueden solventarse o simplemente mantenerse para que sean los propios ciudadanos quienes las juzguen en las urnas. Buen ejemplo podrían tomar quienes creen que en la dispersión se encuentra la razón y en la negación de la evidencia el mejor cauce para la identificación política.

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