En esta crisis política extraordinaria en la que se ha metido España, por el embrollo catalán, hay un eje de referencia: Ajuria-Enea, Zarzuela, San Telmo. El Gobierno vasco es un espectador de excepción del desequilibrio generado. En el Principado reclaman desde hace décadas un concierto fiscal como el vasco, con un cupo ridículo, que el PP ha situado por debajo de los 1.000 millones de euros al año. Un escándalo. Pero nadie, salvo UPyD antes y Ciudadanos ahora, se atreve a discutir la escasa aportación vasca a las arcas del Estado, que está en el origen del agravio catalán.

Es verdad que se le ofreció a Cataluña y Pujol no quiso, pero el cálculo y rebajas que sucesivamente han hecho UCD, PSOE y PP cuando han necesitado a la Minoría Vasca resultan un privilegio irritante para los catalanes, nacionalistas y no nacionalistas. El PNV es un elemento curioso en escena: se ofrece a mediar, da consejos a ambas partes y se sitúa por encima de la melé. Y al mismo tiempo es un mal ejemplo.

Zarzuela es un nudo de la nación. El discurso del Rey tuvo la virtud de irritar a los insurrectos, pero también puso del lado de la Constitución española a países y medios de comunicación internacionales. Y a grandes y medianas empresas catalanas: seiscientas han cambiado su sede social fuera de Cataluña en las últimas semanas. Un baño de realidad y firmeza.

La Presidencia de la Junta de Andalucía, ocupada desde 1982 por el mismo partido, también tiene que hacer frente al desafío. Díaz se ha recuperado de la derrota ante Sánchez en mayo y tiene un discurso propio, muy interesado. Un acuerdo para mantener a Cataluña dentro de una nueva Constitución más ancha bajo los parámetros de asimetría y suma cero, perjudicaría a Andalucía: reconocimiento de nación y más poderes para Cataluña (y País Vasco) que a los demás, y mejor financiación, que habría que restarla a los otros. Entre tanto llega esa eventual fase, San Telmo se blinda. El socialismo andaluz se gobierna desde allí. Los tres últimos inquilinos de San Telmo, desde hace un cuarto de siglo, han sido primero presidentes de la Junta y después secretarios regionales del PSOE. Si hay en España un partido institucional por antonomasia, es éste.

La semana que viene se celebran los congresos provinciales del PSOE-A y por primera vez se reproduce en una provincia, Málaga, el mismo modelo de llegada al poder que en la región. El delegado del Gobierno de la Junta sustituirá al desacreditado Miguel Ángel Heredia como secretario provincial. También subirá a cinco el número de presidentes de diputación que serán al mismo tiempo jefes provinciales del partido.

En época de tantas tensiones territoriales habrá que ejercer liderazgos sociales cada vez más arraigados. Y este modelo superinstitucional, de administración del empleo y reparto de cargos, quizá no sea lo que Andalucía necesita. Sin embargo, se impone cada vez más. Y más.

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