En el tejado

F.J. Cantador

fcantador@eldiadecordoba.com

A don Manuel Moreno Vigara

Todo pasa y todo queda Francisco Javier, solías decirme, amigo Manolo, parafraseando al maestro Antonio Machado, tú que nunca perseguiste la gloria, aunque la gloria te persiguió a ti, porque ese tu camino que hiciste al andar fue un camino -incluso hasta después de tus días- de dedicación a los demás. Me he decidido a escribirte estas palabras, amigo Manolo, porque quiero que se sepa, ahora que en Belalcázar celebran otra edición de la obra de teatro popular El Halcón y la Columna -será del 10 al 13 de agosto-, que la primera representación, la del verano de 2006, se pudo llevar a cabo gracias a tu mecenazgo, un mecenazgo que no llegaste a ver, pero que viviste desde esa inmortal eternidad reservada a las personas honestas.

Me he decidido a escribirte estas palabras porque quiero que se sepa que fuiste un ejemplo de que la sabiduría de la vida que atesoran nuestros veteranos hay que aprovecharla, una sabiduría, la tuya, que se convirtió en todo un lujo en aquella emisora de radio que yo dirigía hace ahora casi 20 años cuando aceptaste ser tertuliano en aquel magazine en el que igual debatíamos de política que de realidad socioeconómica.

Quién mejor que tú, que tras pasar por el seminario en plena dictadura franquista fuiste después guardia civil hasta darte cuenta de que ese no era tu camino, un camino que estabas convencido de que tenía que tener como máxima el servicio a los demás. Por eso decidiste después volver al seminario para ordenarte sacerdote. Paradojas de la vida, tus padrinos de ordenación estaban en las antípodas de tus creencias y de li que esperabas de la vida, fueron los generales Luis Carrero Blanco -luego presidente del Gobierno- y Carlos Iniesta Cano. Qué caprichosa es la vida, amigo Manolo, tras desvivirte por los demás como párroco en Santiponce (Sevilla) y rechazar un traslado al Vaticano, en 1964, la Iglesia te destinó a Francia como profesor de Teología en la universidad parisina de La Sorbona. Allí encontraste lo que creías que te iba a servir para participar en la construcción de una sociedad más justa. En París entraste en contacto con el Partido Comunista de Francia y tomaste parte activa en las movilizaciones de mayo del 68. Después, te uniste al PCE y dejaste los hábitos y las clases de Teología para seguir en La Sorbona impartiéndolas de Lengua y Literatura Española. En ese tu camino que hiciste al andar contribuiste a que tu país acabara siendo democrático, tú que tu vida fue donarse a los demás, tú que al final de ella donaste todo lo tuyo a tu pueblo. Todo pasa y todo queda, amigo Manolo.

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