El dinero y el pudor

El dinero es uno de los principales motores del mundo, pero preferimos contarnos mentiras

El futbolista casi teenager Kylian Mbappé fue presentado ayer como nuevo jugador del Paris Saint Germain después de que su propietario, el jeque Al-Khelafi, haya soltado una millonada tremenda. El dinero era el centro evidente de tal operación, el dinero en cantidades casi que indecentes, pero eso no fue óbice para que Mbppé tratase de vender una moto romántica, como si el personal que por allí andaba fuese imbécil. Vino a decir que el Paris Saint Germain era su sueño y que para él era muy importante seguir en Francia, sin mencionar en ningún caso lo que todos sabemos: que si ha acabado allí y no es otros clubes ha sido porque Al-Khelafi le pagaba un porrón de euros que nade podía igualar. El dinero, pues, como eje de todo pero aún así oculto por esa especie de pudor con el que nuestra sociedad envuelve uno de sus principales motores, por no decir el principal. En el arte, de hecho, no es muy común que el dinero sea tema de interés, y eso que buena parte de las acciones que hacemos los humanos tienen como motor la ambición económica. Del poema de Quevedo me acuerdo ahora -Poderoso caballero- y de algunos textos del gran Claudio Rodríguez, que, genial como era, fue capaz de meter en su obra las preocupaciones económicas que atañen al humano corriente y endeduado prácticamente desde que nace hasta que muere. Pocos artistas más recuerdo que hayan sido capaces de convertir el dinero en tema y de prestar atención sin prejuicios ni envolturas románticas al asunto, habitualmente tratado con visiones mitificadoras. Se deduce por ello que nuestra sociedad se oculta a sí misma en una imagen noble cuando en realidad el egoismo y la ambición personal se impone en casi todos los ámbitos, y especialmente en el profesional. Tristes hombres en fin que soñamos con billetes y sufrimos en silencio para llegar a fin de mes: hombres que al dinero le dedicamos muchísimos de nuestros pensamientos y develos y que, sin embargo, preferimos contarnos mentiras sobre un mundo ideal en el que nos mueven otras cosas más luminosas. Prosaica moneda que todo lo mueve, que a todos nos mueve, y que a veces parece ni existir. Y vaya si existe y condiciona.

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