la ciudad y los días

Antonio Manuel

Los desorientados

DESORIENTARSE es a la mañana lo que perder el norte a la noche. La luz del día que orienta al viajero hasta enterrarse en poniente, llega a la Tierra con un retardo de un puñado de minutos. El sol que vemos no es más que su recuerdo reciente. Con mayor crudeza afecta este flash back a las estrellas que agujerean el paño nocturno como si lo hubieran disparado con postas. Muchas de las millones que nos iluminan quizá hayan muerto. Y sólo una nos sirve de guía al permanecer casi inmóvil en el norte cósmico, alineada con el eje de la Tierra, a modo de aguja del compás sobre la que gira el firmamento: la estrella polar. Cuando las nubes negras monopolizan el cielo, el viajero se desorienta y no sabe adónde mirar. Necesita un faro que seguir para no perderse. Es noche cerrada en Andalucía. Y nadie enciende una miserable cerilla.

Ha terminado el primer acto de la obra teatral que retrotraerá España a tiempos preconstitucionales. Igual que la luz de sol, viviremos lo que fuimos como en Cuéntame. Imprudentemente. Porque los pueblos que caminan de espaldas terminan cayendo al suelo. La farsa se ha representado a la perfección. Comenzó tras las elecciones generales. La victoria por mayoría absoluta de la derecha condenó a la inutilidad a sus socios nacionalistas. De ahí que se convocaran a toda prisa elecciones autonómicas en los cuatro territorios de mayor rango para recolocar las piezas en el tablero. Andalucía fue la primera en reaccionar. Sorprendentemente, la alianza de PSOE-IU apuntaba una barricada ideológica frente al gobierno central. Nada más lejos de la realidad. Todo ha quedado reducido a una coartada parvularia para justificar su propia incompetencia. La dialéctica derecha-izquierda no existe a nivel institucional ni territorial sino en la calle. Y la prueba fueron los resultados en las otras tres comunidades donde se ha consolidado la derecha y las fuerzas nacionalistas. Cataluña y Euskadi han cambiado su estrategia de la alianza por la de la amenaza. Y el PSOE ya no ejerce de oposición en el Estado. No existe.

Esa es la clave. Wert está protagonizando la ofensiva del nacional-catolicismo más rancio y españolista. Y desde el otro lado de la trinchera, ladran por fuera y sonríen por dentro. Se necesitan como dios y el diablo. El problema es Andalucía a la que el PSOE quiere prostituir como tabla de salvación. Desorientados. Desnortados. Ciegos. Los andaluces no podemos caer en la trampa del anticatalanismo y hemos dejado de creer en el autonomismo. No tenemos faro. Quienes reivindican un "Pacto por Andalucía" son los mismos que nos han conducido al 35% de paro y han enterrado la memoria que ahora evocan nostálgicamente. Yo no los seguiré. Tampoco a sus socios de gobierno por más que intenten simular que no son cómplices. Y por supuesto, la derecha no puede abanderar un movimiento social contra sí misma. El nacionalismo andaluz está apagado. Aún así, como dice Amin Maalouf en Los desorientados, más vale equivocarse en la esperanza que acertar en la desesperación. Y aunque está nublado, mi esperanza sigue en la calle mirando el cielo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios