Reloj de sol

Joaquín Pérez Azaústre

El desafío en los ojos

LA fotografía de ayer de el Día abriendo la portada es una instantánea del furor, es un latigazo a la conciencia y un terror oculto bajo un paño. Si tienen ocasión de rescatar el ejemplar se encontrarán con el primer plano de un muchacho con la cabeza casi completamente envuelta en su pañuelo, como el señor del desierto que interpretara Sean Connery en El viento y el león, uno de esos pañuelos palestinos que aquí se ponen mucho ciertos alternativos y que en Gaza puede ser más que un uniforme militar. En la foto, al muchacho sólo se le pueden ver los ojos: una mirada oscura y penetrante, una mirada que no rezuma odio, que está más allá del odio. Es una mirada enjuta, es una mirada templada en el dolor, pero que está, también, más allá del dolor. Si esta mirada es la de todo el pueblo palestino, en Israel tendrán que andarse con mucho más cuidado del que suelen usar. Si esta mirada es la de todo el mundo árabe, o la de los países árabes, somos todos nosotros los que deberíamos echarnos a temblar.

La fotografía la firma Hazem Bader, y muestra en segundo plano a un niño borroso que levanta los dos dedos en señal de victoria, esa misma V de victoria que fue la de la resistencia francesa ante los nazis o la de la serie de televisión: es la V más humana, frágil y rotunda que puede levantarse ante el horror, es la V del hombre que es barrido y aún se opone a su exterminación. Esta fotografía la firma Hazem Bader, que ha captado un instante decisivo mejor que el mejor Cappa, pero la ha hecho posible el ejército israelí, con cerca de 400 muertos y 1.400 heridos en apenas tres días, lo que ya es todo un récord incluso para el pueblo de Israel. No es sólo que el mundo árabe pueda levantar sus armas con motivo, sino que estamos asistiendo con una mezcla vergonzante de impavidez y pasotismo ante uno de los mayores crímenes de guerra de la historia reciente, dejando a un lado la invasión sanguinolenta de los pozos iraquíes.

En Gaza se arrasa a la población civil, a los hombres y a las mujeres, los viejos y los niños, ante la pasividad internacional, mientras Israel advierte de que ningún edificio de Hamás permanecerá en pie. Esto, claro, es como si en España para erradicar el terrorismo vasco el Gobierno ocupara con tanques las calles de San Sebastián, de Ermua o de Bilbao, y se dedicara a volar todo edificio con cierta filiación nacionalista. Esto está ocurriendo en Palestina, quizá como propina miserable de la ilegalidad internacional que tanto ha circulado últimamente. Así, cualquier justicia pierde su razón. Vuelvo, de nuevo, a la fotografía: esos ojos son mis mismos ojos.

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