La vuelta olímpica

Francisco / Merino

Algo que defender

YA ha comenzado la cruzada final, el desafío épico al que desde hace años viene aferrándose el Córdoba para salvar temporadas llevando a su afición a un carrusel de sensaciones al límite de lo imposible. Usted también juega. Se ha construido un infierno y ahora tratamos de salir de él. ¿No es electrizante? Menudo subidón. ¡Unidos, lo conseguiremos!, pregona una campaña con la que el club pretende animar o animarse, que llegados a este punto viene a ser casi lo mismo .

El cordobesismo se ha acostumbrado a autoestimularse. Cuando el equipo no le excita lo suficiente, recurre a los maravillosos recuerdos y a su propia conciencia de grandeza para interpretar un papel que borda: el Córdoba somos nosotros. Y desde el departamento de marketing del club se les proporciona valioso material para el desempeño de este rol de mártires del fútbol, presos de un cruel destino escrito entre el papel satinado de los carteles y los kleenex para secar frentes perladas por el sudor frío o mejillas surcadas por lágrimas de dolor. El asunto es que, para no perder la costumbre, el Córdoba reclama el respaldo de su mejor patrimonio, la afición, y lo hace con toda la dosis de realismo necesaria en estos casos.

No hay rincón en El Arcángel donde no se perciba la sensación de que el Córdoba está metido en un problema. Solucionable, por supuesto, siempre y cuando los protagonistas del descarrilamiento del equipo sean capaces de meterlo de nuevo en la vía adecuada para cerrar una temporada que pudo ser gloriosa y que, una vez más, terminará salpicada por las dudas y los reproches sea cual sea su desenlace. Un clásico por estas tierras. Ahora, cuando los lloros no sirven de nada, sólo quedan dos salidas: la lamentación o la lucha. El Córdoba ha elegido la segunda.

El club dispone de una ventaja nada despreciable. Cualquier cosa que le pase ya le ha pasado antes. Venga de donde venga, huyendo o persiguiendo algo, desde arriba o desde abajo, luchando por subir o por no bajar... siempre termina en el mismo sitio. Nada le resulta fácil. Nunca deja de llamar la atención este Córdoba peculiar y enigmático, irritante y adictivo. La experiencia debe valerle de algo. De mucho.

Es en las situaciones de adversidad extrema, en los momentos en los que todo parece perdido, cuando surgen los espíritus ganadores. "Tenemos fútbol suficiente como para hacer daño a cualquier rival", recalcó ayer José González, el director de un grupo que necesita un chute de triunfo como el oxígeno. Los jugadores saben que las derrotas cansan más que correr cinco maratones. Pero tienen que seguir. Deben hacerlo. Pueden pararlo. Más allá del blablabla cotidiano, de las estadísticas, de los pronósticos y de las declaraciones tópicas, en la casa blanquiverde tienen más que claro, desde el presidente hasta el utillero, que la única receta válida es ganar. Y no está de más que se lo recuerden los veteranos, los que construyeron al Córdoba, y los que estarán siempre, esos aficionados que hoy leerán su manifiesto de apoyo. Todos tienen algo que defender.

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