DESDE LA RIBERA

Luis Pérez-Bustamante

Soy culpable de la crisis

SE acabó. Aunque parezca mentira, el Mayo Festivo se ha terminado. Después de las romerías, las Cruces, la Cata, los Patios y la Feria ha llegado el momento de volver a la realidad y afrontar otra vez las semanas como breves interludios entre visita y visita a la parcela del cuñao para comerse un arroz. Bueno, hay ahora una variante porque con las calores adonde vamos es al piso de la suegra en la playa para comernos unos espetos. Pero vamos, que lo importante es que se acabó eso de comer y beber en platos y vasos de plástico a precio de restaurante de cinco tenedores (de plástico también, por supuesto). Así que superada la dieta del pinchito, el chorizo frito, el flamenquín cortado y el jamón de Teruel nos encaminamos hacia el mundo del gazpacho y las ensaladitas veraniegas.

Y no es que lo hagamos porque después de este mayo tenemos la cartera más tiesa que una mojama, que no, si no porque nos gusta comer poco para rebajar la panza que otorgan los litros y litros de cerveza engullida en El Arenal. Que a nosotros eso de la crisis, o la desaceleración acelerada que dice Solbes, no nos afecta. Que todos tenemos pagada la hipoteca y nos da igual que el Euríbor suba al 5%, igual que estamos por encima de que los precios también se eleven al 5%, que para eso hacemos la compra en El Corte Inglés y podemos tirar de tarjeta. Para esto también henos encontrado otra solución, y es que cada vez que las organizaciones agrarias se manifiestan vamos toda la familia al Bulevar con bolsas a ver si hacemos la compra del mes con las frutas, verduras, pescados y carnes que regalan porque los intermediarios les asfixian con los márgenes -que nosotros somos muy solidarios, oiga, y si hay que ayudar a que se libren de excedentes lo hacemos-. Tampoco somos víctimas de la subida del gasóleo, porque desde que han puesto el AVE a Málaga hemos descubierto las ventajas del autobús de línea que nos lleva a Fuengirola. O la variedad hacinamiento, esa que practicábamos cuando éramos pequeños e íbamos a la playa todos en el seiscientos. Ahora, con eso de los monovolúmenes, podemos juntarnos con los vecinos del segundo y el tercero y meternos 18 en el coche, que tampoco se va tan apretado.

Y es que ya se sabe que estamos así porque queremos. Zapatero el pobre no tiene culpa de que seamos unos viciosos, de que los moros no hagan más petróleo y de que el campo esté todo el día quejándose. Que lo que hay que hacer es seguir su ejemplo comer invitado fuera de casa, viajar en coche oficial y vivir en un piso sin pagar alquiler. Eso sí que son recetas y no las de mi abuela.

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