¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

La comedia catalana

El 'procés' ha evolucionado hacia la comedia. No habrá tanques ni fusilamientos, sino más bien una enorme carcajada

Pese al odio lorquiano que le tiene una izquierda cada vez más radicalizada, Rajoy no nos deja de sorprender. Como todos -hay consignas difíciles de esquivar-, criticamos su dontancredismo ante el toro del procés (quizás porque sabía que el morlaco, en realidad, era cabra). La paciencia confuciana del de Pontevedra, su sentido dilatado de los tiempos políticos, ha servido para permitir que broten con fuerza las contradicciones de un procés que ya es una barca que se hunde en el Mar Catalán, que es como los nacionalistas, con su obsesión de reescribir el mundo, han bautizado a las aguas que separan a Baleares de los països peninsulares.

Muchos juzgaron duramente que toda la táctica del Gobierno se limitase al cansino "no es no" de Soraya Sáenz de Santamaría tras los consejos de ministros de los viernes, y a la espera de que un rosario de sentencias del Tribunal Constitucional fuesen poniendo un lento pero letal cerco a las ilusiones políticas de Puigdemont. A partir de ahí, el resto consistía en sentarse a las puertas de la Moncloa para ver pasar el ataúd con un procés no sólo cadáver, sino también altamente desprestigiado. Por lo que se observa en estos días, parece que la cosa ha funcionado. Los numeritos de los últimos tiempos, las broncas a lo Roper entre Puigdemont y Junqueras, no hacen más que reforzar ese aire de comedia con risas enlatadas en la que ha degenerado la épica marcha de los catalanes hacia su independencia. La misma preocupación mostrada por muchos políticos soberanistas por su patrimonio personal abunda en la imagen más estereotipada del catalán de chiste, siempre pendiente de la peseta. Por el capricho de unos cuantos -que han contado con el apoyo de muchísimos- Cataluña ha decidido dilapidar su prestigio de pueblo adelantado de España. Tardará mucho en recuperarlo.

Así las cosas, los impulsores del procés sólo aspiran a que el Gobierno pierda los nervios y envíe a la Brunete a Barcelona, donde probablemente sólo encontraría la resistencia de algunas barricadas defendidas por clowns armados con confetis y matasuegras. Pero eso no ocurrirá. Como buen fumador de puros, Rajoy es hombre de liturgias parsimoniosas y poco dado a los excesos. Como mucho aplicará el 155 sin dramas y de forma muy contenida. No habrá tanques ni fusilamientos de próceres en el foso de Montjuïc. Más bien, asistiremos a una enorme carcajada.

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