El fuste

El caso del Cerro de San Cristóbal

EN una ciudad en la que la mayoría de las noticias brotan, crecen y mueren con más pena que gloria, son escasos los argumentos que de verdad generan un auténtico debate social. Si exceptuamos el corte del granito del Puente Romano, el tema de las parcelaciones ilegales es de los pocos que agitan la médula de los cordobeses y los pone a opinar en la barra de los bares, a pie de acera, en la cola del Piedra. Si el pasado verano se habló -y mucho- de las parcelaciones del entorno del aeropuerto -porque desde hace un año está prohibido mencionar las de Medina Azahara- ahora le ha tocado el turno a la casa del Cerro de San Cristóbal que ayer cayó pasto de la piqueta neumática de Antonio Barea. Es curioso ver cómo en un tema de tan alta complejidad jurídica las opiniones -en un sentido o en otro- estén tan diáfanamente definidas. Si de algo ha servido este derribo es para que de ahora en adelante más de uno se tiente la ropa.

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