Aver, chavales, el problema no es comprarse una casa de medio millón...a mí me encantaría tener tres. Si podéis, ahí vuestros...vuestras cosas. El tema es hacerlo, que no pasa nada, habiendo dado caña antes a otros que lo hacían igual, que tampoco pasa nada. El problemilla es repartir carnés de buenos y malos permanentemente. El problema es lo cansinos que sois. Y lo ridículo que resulta.

Este país, sacudido como pocos por la crisis reciente y, muy especialmente, por una patulea de imbéciles mayúsculos gobernándolo en todos sus niveles, alumbró cuando más apretaba una organización del malestar que supisteis aprovechar con bastante tino. En los tiempos del diagnóstico, no tuvisteis rival. En una cosa sí creo que os confundisteis: en tratarnos como hijos pequeñitos, desvalidos, ignorantes, seducidos por el mercado y la falsaria ilusión de la democracia representativa liberal.

Al principio, no diré que no, pudo funcionar con bastantes. De hecho, de la nada más absoluta a un buen pedazo del pastel electoral, primero, y del hemiciclo, después. Pero convendréis conmigo, bueno quizás no, que resultaba un poquito megalómano poner la cara con coleta para identificar el proyecto, un poquito salvapatrias, al menos. Me gustaron más los círculos, así modernetes, con el nosotras universal, en rollito morado y tal. La cosa es que, a partir de que la sucia moqueta institucional os comenzó a rozar, el paternalismo, a veces muy reñidor, empezó a parecer, cómo decirlo, pelín cargante. Que si casta (resucitando la muy antigua lucha de clases), que si los de arriba y los de abajo (remedo semántico de los previos a la revolución de octubre, que también sabemos leer), que si yo que sé qué palabras usabais para comunicar ("la hegemonía se mueve en la tensión entre el núcleo irradiador y la seducción de los sectores aliados laterales. Afirmación - apertura.", Errejón, con perdón) y, sobre todo, esa constante voluntad de dar a cada uno lo suyo que os decía antes: si con vosotros, fenómeno; si no, lindos fachas. Política de orillas.

O sea, cuando pasasteis del diagnóstico a la propuesta y de la propuesta a la transformación, patinasteis. Lo de ahora, lo de la casa, es una anécdota. Yo siempre he sido más bien liberalote, socialdemócrata, social liberal, o como me queráis etiquetar, a estas alturas ya me da un poco lo mismo, la verdad. Lo que vengo a decir es que nunca he combatido el progreso social y personal. Es más, creo que debe estimularse. Y, por eso, no critico que os busquéis un casoplón en Madrid. Lo que me hace gracia es que por estas cosas simples se os caiga la parafernalia estética que sostiene vuestro discurso vacío y, por tanto, ineficaz.

En parte, me alegra en el fondo. Porque que tengáis casa propia, con esas condiciones tan chulas, aleja más la posibilidad de que algún día seáis inquilinos de la Moncloa. Vale.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios