Y a usted, ¿le atienden?

Pedro Caballero-Infante / Caballeroinf@hotmail.com

Las dos caras

Adon José le tachan de mal negociante. Y es verdad. Sin embargo, se enorgullece de ello porque su forma de ser le impide dar gato por liebre y caer en la tentación de vender productos milagro.

La frase que lo define, cuando alguien cercano a su entorno familiar le pregunta sobre algún producto para la alopecia, es:

-Si Kasogui sigue siendo calvo es que no hay nada en el mercado que evite la calvicie.

Simón es un puretón muy afeminado que desde hace tiempo viene arrastrando un problema de alopecia, agravado con la edad. Su coquetería impide que la calva luzca en todo su esplendor. Utiliza el sistema, llamado de cortinilla, consistente en dejarse crecer el pelo de un parietal del cuero cabelludo y arrojarlo sobre el resto de la calva bien untado de gomina.

Urbano, su íntimo amigo, le dice:

-Simonito, hijo, un día te va a jasé la raya desde er tobillo.

Si no fuera porque el personaje siempre trae asegurada una buena ración de humor, su pesadez por el tema capilar sería insoportable.

-Simón, lo suyo no tiene retroceso.

-¡Coño, ni que yo fuera una escopeta!

-Quiero decir que, en su caso, el cabello ya no vuelve a salir. Lo mejor es procurar no perder el que le queda.

como no lo meta en una cajita!

Don José intenta razonarle que los productos que existen en el mercado, el finastiride y el minoxidil, son para alopecias precoces pero que el resto sólo puede ayudar a la conservación del que queda.

-Cuando el folículo ha muerto no hay nada que hacer.

Y hace un pequeño dibujo de la raíz del pelo, explicando dónde se aloja el folículo piloso; las diversas capas subcutáneas, la seborrea y los distintos factores que la producen: el componente genético, el uso de productos agresivos etcétera.

-Además no lo veo a usted tan mal.

Urbano, su íntimo, salta de inmediato:

-Usté no lo ha visto en su sarsa.

-¡Cállate, coño!

Y comienza a contar una anécdota sabrosa.

-Una madrugá me llamó éste que avisara al médico porque tenía un cólico nefrítico.

-No te atreverá a terminá... ¿verdá?

Como Don José presiona un poco, Urbano se anima y sigue.

-Totá… que cuando llegué aquello no era mi amigo. Había arrojao y estaba hecho un cuadro. Se le había caío la cortinilla y si lo miraba por un lao paresía la Pantoja y por el otro Rafaé er Gallo.

-¡Que mala leche tiene, Urbano!

Tras la carcajada del boticario, mientras se enjuga las lágrimas y por cortar un poco el mosqueo de Simón, le recomienda el empleo de un champú suave.

-Yo creo que es mejón un abrillantadó.

-Mejón é que te pele ar sero, te ponga una camiseta amarilla y vaya de Dertisia ar Carnavá.

-¡Qué enteresa de ánimo tiene, Urbanito!

El boticario le pregunta antes de irse:

-Por cierto, Simón, lleva usted viniendo a la farmacia hace más de un año y aún no le he abierto ficha en el ordenador. ¿Cuáles son sus apellidos?

Don José observa cómo Urbano se da la media vuelta y rompe en carcajadas nerviosas mientras patea el suelo.

-¡La releche, don José! Me llamo Simón Cabello Calvo.

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