El presidente del Gobierno ha decidido que la mejor ciudad española para acoger la Agencia Europea del Medicamento es Barcelona. Málaga y Granada, que aspiraban, se quedan compuestas y sin agencia. Una vez más las candidaturas andaluzas juegan en la segunda división europea; nadie las toma en serio. Pasó lo mismo en 2011, cuando Córdoba pujó por la Capitalidad Cultural de 2016 y el Gobierno Zapatero apostó por San Sebastián, "para que contribuyera a acabar con la violencia terrorista". Como suena.

Es una pauta peligrosa dar a entender que las tensiones separatistas tienen réditos, porque el Estado paternal premia a sus hijos más díscolos. El PP debe estar pensando que este es un caramelo de buen gusto para Cataluña y ha avalado la propuesta de Convergencia en el Congreso. Y el PSOE, igual. Un portavoz socialista anunció que la Junta de Andalucía se declaraba neutral. Neutral entre Málaga y Granada, porque en Madrid se unió al PP en favor de Barcelona. ¿Está pensando Susana Díaz en cuidar el voto catalán para las primarias? Sería una prueba de que es incompatible defender los intereses andaluces desde una presidencia regional y al mismo tiempo repartir juego en el ámbito nacional desde un cargo orgánico.

Entre los protagonistas del vodevil, destaca el alcalde de Málaga, empeñado en traer a su ciudad un organismo internacional. De la Torre vio una oportunidad con esta agencia de casi 900 funcionarios, que deberá abandonar Londres tras el Brexit. Pero su partido le ha dejado tirado. Juanma Moreno no le ha chistado a sus jefes nacionales; se ha cuadrado como un soldado. El presidente de los populares andaluces ha hecho lo que todos los jóvenes políticos profesionales hacen: callarse y obedecer al mando. Lo mismo de silencioso y obediente ha estado hasta el jueves el presidente del PP malagueño Elías Bendodo.

Llueve sobre mojado. Cuando se hizo la Constitución, con las pistolas de ETA en su apogeo, ya se estableció una España a dos velocidades; se otorgaron privilegios fiscales a vascos y navarros. Ahora ante la presión secesionista, el Gobierno encuentra un argumento para agradar a la opinión pública catalana. La falta de apoyo institucional de la que se queja De la Torre, es tradicional. Cuando se planteó una fusión de cajas nadie quiso en Sevilla, Córdoba o Granada aceptar el liderazgo de Unicaja -o sea, de Málaga-, para acabar en manos de bancos catalanes, vascos o madrileños. Cuando DCOOP aspiró al control de Deóleo, Gobierno y PP apostaron por un fondo de inversión británico. Y las cajas andaluzas avalaron la operación. La misma Málaga fue insolidaria con Córdoba. Cuando ya estaba lanzada la candidatura cordobesa a la capitalidad cultural europea, Málaga se postuló y dividió el voto.

Andalucía pesa poco en España. Falta voluntad para repartir juego y concentrar esfuerzos. Y falta personalidad en los dirigentes. Así, así es como pierde siempre.

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