El fuste

Jesús Cabrera

El canto de cisne estival

HASTA ahora podía ser una suposición, pero ya está comprobado; empíricamente, si quieren. Lo que pega el portazo veraniego a la actividad cultural en la ciudad no es la primera alerta amarilla ni naranja, ni las vacaciones de los que se van en julio, ni la colocación de los toldos. Lo que pone el punto y final a los actos vespertinos en la ciudad es el Festival de la Guitarra. Es el gran canto de cisne cultural que se escucha en la capital antes de que se eche el telón, el lujo que no se pueden permitir todas las ciudades para clausurar el curso de actividades culturales. Una vez que el ciclo programado en torno a este instrumento es finiquitado con un cada vez mayor éxito de público, la ciudad se hunde en el tedio del verano en el que no hay más música que el ronroneo de los aparatos de aire acondicionado. Como si fuera un cuentagotas, lentamente van cerrando sus puertas las exposiciones y en vez de cuadros sólo cuelga el cartel de "Hasta septiembre". Porque al éxodo vacacional hay que sumar las escasas ganas de salir a la calle en estas horas de los héroes que quedan en la ciudad y saben lo que es el asfalto -y el granito, por supuesto- conservando con intensidad el calor de todo el día a la hora de ir al cine de verano, la única actividad, junto con la terraza del bar, que se puede practicar en estas fechas, siempre que la economía doméstica lo permita con la frecuencia deseada.

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