Lo que las bolsas esconden

El paso de cebra se llenó de una decena de jóvenes, todos acarreaban bolsas pesadas. Era fácil adivinar sus planes

El autobús se convirtió en un escaparate, quedando expuestas las vidas que transportaba. La resplandeciente luz blanca permitía ver su interior en plena noche. Un hombre, que se sentó en el último asiento de la izquierda, pegado a la ventanilla, abrió la bolsa de plástico que apoyó en su orondo regazo. Rebuscaba dentro de ella con el deseo aparente de encontrar algo vital. Era como si dentro hubiera algo necesario para sobrevivir ¿Sería el bocadillo que come de camino a casa tras terminar su trabajo?¿Algún capricho que debería consumir a escondidas de su familia? No lo sé. El semáforo puso fin a mi película. La marcha del autobús dejó despejada la acera por donde sólo caminaba una mujer vestida de negro. De altura recortada, que intentaba camuflar con unos deformes tacones que curvaban su espalda hacia delante, caminaba tan cerril como apresurada ¿Huía o tenía prisa? ¿Huía de ella para encontrar a otra persona, pero a sí misma ante el espejo, al fin ? En su brazo izquierdo cargaba una bolsa de firma. Acababa de salir de una tienda donde habría comprado algún conjunto con el que sentirse hermosa. Imaginé que, otra vez, cayó en la desesperación. Que se habría gastado más dinero con una renovada esperanza por ser bella. Hube de volver mis ojos hacia otras personas por un giro del taxi. Una pareja madura, se llevaban colgados en sus brazos, el uno al otro. El paso de cebra se llenó de una decena de jóvenes, todos acarreaban bolsas pesadas. Era fácil adivinar sus planes inmediatos. De las bolsas blancas y blandas, que parecían salidas de la misma tienda que la del señor del autobús, se transparentaban botellas grandes de bebidas gaseosas y en las otras, predije, serían licores y algunos tentempiés para picotear mientras veían un partido de fútbol o celebrarían algún cumpleaños. ¿Cómo habrán terminado la noche?¿Habrán dejado que amaneciera antes de acostarse en sus camas? Giró el taxi ya en la calle que me dejaría en mi casa cediendo, antes, el paso a un matrimonio. De la dama destacaba una pequeña bolsa-caja, pendida de su codo. No podría contener otra cosa que no fuese una joya por la calidad de la misma y los cordones de las asas. Brillaba y se contoneaba como la seductora señora. ¿Le gustaría a su receptora?¿O habría sido ella la halagada? Me bajé del coche con mis dos pesadas bolsas. Dos gruesos libros con las obras de un escritor cuya duración es eterna.

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