La vuelta olímpica

Francisco / Merino

La batalla del domingo

DESPUÉS de todo lo visto, de los debates sobre filosofías de juego, de las comparaciones francamente odiosas, de la idoneidad de la preparación física, de los fenómenos paranormales en El Arcángel, de las persecuciones arbitrales, de las conjuras mediáticas, de la conveniencia de la contratación de un grupo de psicólogos, del birrioso aprovechamiento del mercado invernal, de las noches de cuchillos largos y vasos cortos, de las estadísticas inquietantes y de las tendencias históricas... Después de todo eso, digo, resulta higiénica y necesaria una vuelta a lo esencial. Este juego (este negocio) va de ganar. El equipo precisa ya una victoria. Luego más, por supuesto. Pero lo primero es lo primero.

Lo mejor que puede decirse del Córdoba actual es que no está en puesto de descenso, que depende absolutamente de sí mismo para no entrar en la zona fatídica y que se tendrá que jugar los cuartos contra adversarios directos. La situación real es mejor que las sensaciones que se transmiten. Así están las cosas y no vale la pena -ya no- esconder lo evidente ni tratar de montar teorías exculpatorias. Faltan nueve partidos y hay 27 puntos para agarrar. Sálvese quien pueda.

No se puede culpar a quien sienta miedo de este panorama, pero parece que lo más procedente, y tirando de la experiencia -que debe servir de mucho, qué demonios-, es apretar los dientes, tenerlo claro y actuar en consecuencia. Así lo entienden, o al menos así lo manifiestan, los jugadores blanquiverdes. Ellos -y su técnico, José González- tienen la llave para escapar de esta pesadilla o echarle el cerrojo. La batalla del domingo. Nada más.

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