EL canon del torturador que al fin puede ser perseguido incluye dos normas básicas: cuando torturaban sólo obedecían órdenes superiores y servían a su patria, esa gran entelequia exculpatoria de las mayores aberraciones concebibles. Por su parte, el poder político también tiene preparada su disculpa: las torturas son acciones individuales de soldados o policías más o menos sádicos que se extralimitan.

En el caso de la cárcel de Abu Ghraib, en Iraq, y de Guantánamo, en Cuba, todas las explicaciones son verosímiles, pero es claro que los malos tratos infligidos a individuos sospechosos de terrorismo no fueron ocasionales ni aislados, sino producto de una política deliberada de la Administración Bush, erróneamente convencida de que en la lucha antiterrorista todo vale y de que se puede combatir a los enemigos de la libertad con sus mismas armas.

Esta afirmación (hubo una política consciente y planificada para despojar de su dignidad a cientos de personas, muchas de las cuales ni siquiera han podido ser acusadas de nada y siguen, sin embargo, secuestradas) no la hago yo, sino el Senado de los Estados Unidos, cuyo Comité de Servicios Armados ha investigado los hechos durante año y medio para concluir que todo lo decidió el anterior secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. ¿Acaso el comité está dominado por una mayoría demócrata que ha ajustado cuentas al gobierno republicano? Nada de eso. El informe lo aprobaron todos sus miembros y uno de los que lo hicieron público fue... John McCain, candidato del Partido Republicano recién derrotado por Obama.

Resumen del texto: "Altos cargos del Gobierno de EEUU pidieron información sobre cómo usar técnicas agresivas, redefinieron la ley para crear apariencia de legalidad y autorizaron su uso contra los detenidos" y una orden ejecutiva de Bush suspendiendo la aplicación de la Convención de Ginebra hizo que se abrieran camino "técnicas como el simulacro de ahogamiento, desnudar a los prisioneros o colocarlos en posiciones complicadas". No es pasado. Hoy, en Guantánamo, en el campo V los presos -la mayoría, sin cargos en contra y sin abogados defensores- pasan más de veinte horas cada día encerrados en su celda individual, en la que jamás se apaga la luz y a la que cada tres minutos se asoma un guardia para ver qué están haciendo.

Es admirable que el Senado de Estados Unidos pueda ser tan patriota para afirmar que "lo que nos diferencia de nuestros enemigos en esta pelea es cómo nos comportamos". Es difícilmente superable la infamia que un falso patriota como Bush ha cometido contra la democracia americana y su liderazgo moral. Éste del Senado sí que ha sido un zapatazo a Bush. Y además, le ha dado.

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