Vidal y los filtros

Para el señor Vidal, catalana es la palabra sustantiva, en tanto que justicia es un término accesorio

No nos engañemos. La cuestión tributaria siempre han despertado el recelo, cuando no el miedo, del contribuyente. De ahí que las declaraciones del juez Vidal ("estáis todos fichados") hayan puesto a trabajar a la Fiscalía, por ver si el intrépido ex senador posee alguna información que no debiera estar en sus manos. Menos atención se le ha prestado, sin embargo, a sus palabras sobre la judicatura. Y lo cierto es que el ex senador Vidal ha confesado, en referencia a los jueces catalanes, que "sabemos perfectamente cuáles comparten nuestros sueños e ideales" y, en consecuencia, cuáles sortearán los filtros, la prueba de fidelidad, para cuando llegue la soñada república levantina.

Ya digo que los impuestos, con ser temibles, difieren poco de un lugar a otro; cuando más, el señor Junqueras podrá arbitrar algún diezmo destinado a fomentar el ardor patrio. Pero, en general, los impuestos son los que son, y no hay ninguno que el señor Montoro no haya practicado con diligencia. El problema de los jueces es distinto. El problema de los jueces, según el juez Vidal, es que sólo podrán ser jueces de la república catalana aquellos que previamente hayan manifestado su adhesión a la causa. Con lo cual, vienen a demostrarse dos cosas, por otra parte muy sabidas: que se puede ser juez ignorando aquello que Montesquieu llamó "el espíritu de las leyes", y que el señor Vidal aboga por una justicia catalana que difiere sustancialmente de la justicia española. Esto significa que, para el señor Vidal, catalana es la palabra sustantiva, en tanto que justicia es un término accesorio, que debe amoldarse a la robusta evidencia territorial. Pero esto significa, de igual modo, que el señor Vidal ignora cautelarmente la separación de poderes y el libre arbitrio de sus compatriotas.

Si la justicia española obrara como quiere obrar el señor Vidal en su república, suponemos que el señor Vidal hoy se hallaría sin trabajo. Bien es verdad que, a última hora, el señor Vidal se ha visto obligado a dimitir como senador. Pero no por una mera cuestión ideológica, irrelevante a estas alturas, sino por una innata propensión a la locuacidad, que le ha llevado a confesar lo inconfesable. Y lo inconfesable es esa Cataluña catalanista que postula, donde los jueces habrán de demostrar su adhesión al régimen. Aun así, el señor Vidal no debe, ¡no puede!, desalentarse: en aplicación de su propia doctrina, ha sido repudiado por inconveniente.

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