LAS EMPINADAS CUESTAS

Amparo Rubiales

La Universidad y la igualdad

LA Universidad Hispalense ha aprobado el I Plan de Igualdad de género (2009-2012), del que es responsable, Isabel Vázquez, directora de la Unidad para la Igualdad de género -que ha hecho un gran trabajo- con datos muy importantes, de los que destacaré algunos: que pese a que hay más mujeres matriculadas que hombres, el peso de éstos sigue siendo muy superior al de aquéllas, tanto en los equipos directivos de Facultades y Escuelas (66,5%) como en los Departamentos (72,2%); sólo el 13,99% son catedráticas -o, lo que es lo mismo, por cada seis catedráticos solo hay una mujer-, aumentando el número entre las profesoras titulares (36%) y, mucho más, en las Escuelas universitarias (45,3%); su presencia en las carreras técnicas es de sólo un 28% y, sin embargo, son mayoría en las de Ciencias de la Salud, Humanidades, Ciencias Sociales y Experimentales; y, casi lo más increíble, en el personal de Administración y Servicios sí son mayoría (57,5%), pero desciende su número en las categorías superiores; y así suma y sigue.

El equipo de gobierno del actual rector sí es paritario, por primera vez, lo cual es enormemente satisfactorio, y demuestra que, en ocasiones, la igualdad puede alcanzarse con voluntad. Quiero felicitarles, sinceramente, por este trabajo que contiene líneas de actuación, muy importantes, desde medidas de conciliación hasta otras de revisión de políticas salariales, pero me gustaría hacerles un ruego, simbólico y muy sencillo: que empiecen por cambiar el nombre a la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Sevilla, porque no es justo que así se llame; en ella también estudian mujeres y en castellano hay una palabra para definir lo que allí se hace: Estudios de Ingeniería. Además, no es algo insólito, ni una ocurrencia mía, pues en otras Universidades, por ejemplo, Cádiz, se llama Escuela Superior de Ingeniería, y las de Informática y las de Arquitectura también se denominan por la actividad. No podemos olvidarnos del lenguaje, porque en contra de los que algunos piensan, no es nada baladí; el lenguaje no puede ser sexista -y menos aún en cosas tan evidentes como ésta-, porque con él nos comunicamos, y si queremos alcanzar una sociedad realmente igualitaria, hay que empezar por aquí: que no nos puedan las inercias.

Es una propuesta que hago convencida de que se entenderá: ¡ojalá todo fuera tan fácil de lograr! La Junta también tiene competencias en esta materia. Otro día les escribiré sobre la denominación de los colegios profesionales, que también padecen, de forma más grave y generalizada, este mismo defecto.

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