Espero equivocarme, pero la cruzada contra el turismo y la propiedad privada iniciada por la izquierda en las Islas Baleares puede cruzar el Mediterráneo, extenderse por la Península y llegar a Córdoba. Las últimas declaraciones oídas a miembros del gobierno municipal así como a alguno de los colectivos ciudadanos a los que pretenden entregar las llaves de la ciudad para que la gestionen, sin el siempre engorroso paso por las campañas electorales y las urnas, no auguran nada bueno. A falta de ideas propias, las ajenas son un alivio, y si provienen de sectores de la izquierda radical nacionalista antiespañola el marchamo de progresista está asegurado: peligro evidente.

Comparto, por supuesto, la idea expresada por el responsable de Turismo Pedro García de que sería deseable diseñar un modelo turístico que permanezca en el tiempo al margen de vaivenes electorales y de cambios en el gobierno municipal -cambios que, vista la gestión de la alcaldesa y su equipo en estos dos años, hasta la más entusiasta defensor del cogobierno sabe que es inevitable-. Es un objetivo loable, sin duda, pero que difícilmente puede conseguirse de seguir así. La exclusión de los empresarios, actores esenciales en el ámbito turístico, simultánea a la inclusión de grupos de presión de la izquierda (cuyas propuestas en el tema de veladores causan pavor) en el recién nacido Imtur, aparte de generar importantes dudas sobre la legalidad de la medida, revelan que aquella idea es una quimera. Difícilmente existirá consenso cuando una parte importante del sector del turismo y de la ciudadanía es postergada.

Está muy bien hablar de sostenibilidad, de lucha contra la masificación, de desestacionalización o de reparto equilibrado de la riqueza que genera el turismo. En eso estamos de acuerdo, con apenas matices, todos. Pero son palabras huecas si no van acompañadas de propuestas concretas. Hasta hoy, en este mandato, nadie se ha tomado en serio desde el gobierno evitar la pésima imagen que damos con el cierre de los museos municipales en fechas señaladas, no se ha estudiado con seriedad la extraordinaria potencialidad de Caballerizas y el mundo del caballo (salvo para discutir con el Gobierno central), el valor del río Guadalquivir como elemento de desarrollo turístico sigue en algún cajón, las iniciativas privadas en materia cultural no tienen apoyo y seguimos padeciendo la escandalosa falta de lugares donde incentivar un turismo de alto valor como es el de los congresos. Y así podríamos seguir. Los objetivos están claros desde hace mucho, pero ahora hay que diseñar los instrumentos para conseguirlos: ¿están en ello?

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