URGENTE Pedro Sánchez se retira de la vida pública hasta el 29 de abril para pensar si seguirá de presidente del Gobierno

Tristes o, mejor, entretenidos

Contentos y confiados, estamos en la inmejorable disposición para comprar y consumir

Defendía Erich Fromm que el Estado estaba interesado en crear individuos tristes y macilentos porque gobernar sobre esta clase de personas es más fácil que hacerlo con gente alegre y animosa, más propensa a la protesta y a la crítica. No está claro del todo, sin embargo, que este propósito no permita otras alternativas para tener al colectivo tranquilo y dominado y, encima, puedan ser mucho más beneficiosas para quienes tienen el último y decisivo control. Porque cabe preguntarse (y de hecho se lo han preguntado importantes sociólogos) que, si bien parece razonable pensar que unos ciudadanos alicaídos darán poca lata a las autoridades, también podrían comportarse de la misma manera quienes estuviesen en otras condiciones que condujesen a esa misma finalidad. Por ejemplo, tener distraído al personal, entretenido de tal manera que ni le interese entrar en conflicto con el poder, ¿no sería acaso tan rentable y hasta incluso del mayor interés? ¿Y si, además, está plenamente convencido de que su comportamiento es francamente bueno y recto?

Vicente Verdú sistematiza el desarrollo del capitalismo en tres momentos de la historia reciente. Hay uno primero, dice, de producción (que llega hasta la Segunda Mundial) en el que lo principal son las mercancías, y los productos que ofrece (cocinas, paraguas, teléfonos) … negros y sombríos; después, hasta la caída del Muro, viene un período de consumo, con superficies brillantes, aluminio, acero inoxidable…; la etapa actual, capitalismo de ficción, se caracteriza porque nos ofrece la felicidad, la alegría, la creación de un mundo nuevo y mejor, en definitiva, un mundo virtual que nosotros podemos promover a nuestro antojo y de acuerdo a nuestros deseos y aspiraciones. A este fin, viene bien recordar lo que cuenta William Davies analizando los comportamientos colectivos: que los vínculos sociales, los compromisos con los demás, está demostrado que son más fundamentales que los precios de los mercados. Así es que, si nos dejamos seducir por la bondad de esos vínculos sociales que, a fin de cuentas, son más eficaces y, por tanto, rentables, pues mejor que mejor. ¡Qué sistema más óptimo que éste para completar el mejor efecto del capitalismo de ficción! Contentos y confiados, estamos en la inmejorable disposición para comprar y consumir, pensando además que estamos haciendo una buena obra. Con lo que queda el círculo cerrado.

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