Tornos en Venecia

Cada vez quedan menos venecianos en Venecia porque el turismo la está convirtiendo en una aglomeración insoportable

Siempre he sentido una gran atracción por Venecia. Es incomparable. Uno puede contrastar diferencias entre otras ciudades, valorar su vida cultural, sus monumentos, sus museos, su vida en la calle, el ambiente nocturno o la gastronomía, pero Venecia es diferente. Una ciudad, para empezar, sin coches y en la que el agua ocupa gran parte de ella, siendo canales sus arterias más importantes, forzosamente tiene que ser diferente. Ciudades asentadas en zonas pantanosas hay muchas, pero el mérito de la Serenísima fue no solo habitarla, sino llenarla de palacios y obras de arte.

Las veces que he ido a Venecia he procurado alojarme lo más alejado posible de San Marcos. Siento predilección por el barrio de Canareggio, lugar en el que todavía es posible llevar una vida más o menos normal, entendiendo por ello que allí viven muchos de los pocos venecianos que aún resisten y es posible ver tiendas de comestibles y tabernas. No soporto los alrededores de San Marcos en los que todo está orientado al turismo, desde típicos gondoleros cantando canciones napolitanas que nada tienen que ver con el Véneto, a tiendas de máscaras de carnaval fabricadas en China y restaurantes supuestamente típicos a la caza del turista.

Cada vez quedan menos venecianos en Venecia porque el excesivo turismo está convirtiendo la ciudad más bella del mundo en una aglomeración insoportable. Sevilla va camino de ello. En las calles del centro cada vez hay más turistas y menos sevillanos. Si uno pasea por lo que en su día fue llamado el mejor cahíz de tierra se verá rodeado de manadas de turistas que le quitan el encanto. No hay tiendas de barrio ni supermercados, sino comercios de baratijas y tenderetes de dudoso gusto que invaden y afean las calles. Las tabernas han desaparecido, y los bares y restaurantes están orientados a un tipo de turista que recuerda al playero y que llega en vuelo low cost.

En Venecia han instalado tornos de control en los lugares de acceso como si de un estadio de fútbol o un parque temático se tratase. Si todo sigue así, como es previsible, ya que no se vislumbra otro modus vivendi para los pobres sevillanitos, nuestra ciudad pronto los tendrá. Ante eso prefiero leer Notas sobre Venecia de Juan Lamillar y para tornos los de los conventos de clausura, al fondo de un sereno compás, en los que al acercarnos a ellos una voz nos recibe con un Ave María Purísima.

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