Titulitis aguda

Estamos acostumbrados a que un político no sea una eminencia. Los que tienen títulos los usan por prestigio

Los títulos y méritos de los políticos están en el punto de mira desde hace tiempo. Esto no lo ha inventado Cristina Cifuentes, con su máster de misteriosa procedencia. Tampoco es el único caso lamentable, como se está viendo. Se ha abierto la veda del titulado. Uno de los que más la criticaba era José Manuel Franco, líder socialista madrileño, y él mismo ha reconocido que se añadió una titulación de Matemáticas que no tenía. En Galicia ha dimitido el número dos de Podemos, Juan Merlo, obligado por sus compas, porque en su curriculum aparecía "por error" un falso título de ingeniero. Dicen que no es lo mismo que las presuntas mentiras de Cifuentes, pero sí es lo mismo, porque hicieron lo mismo: mentir e inventarse méritos.

Los títulos de los clubes de fútbol no se pueden falsear. Una Liga o una Copa del Rey se ganan, o no. El Real Madrid o el Barcelona no se pueden añadir falsos títulos. No pueden decir que ganaron una eliminatoria para la que le faltaba un penalti en el último minuto. Sin embargo, Cifuentes la popular, Franco el socialista, Merlo el de la Marea y algunos más, se pueden añadir un máster o una licenciatura, y después decir que se equivocaron o no lo sabían. Tontería grande, porque ni a Cifuentes la imprudente, ni a Franco el matemático, ni a Merlo el ingeniero mareado los han votado por sus méritos académicos, que importan poco.

Sin embargo, sufren el síndrome de Tierno Galván. En aquellos tiempos, cuando don Enrique fue alcalde de Madrid, la gente le llamaba el viejo profesor, y eso le aportaba un aire intelectual que ya lo quisieran otros. Fue famoso por sus bandos, que los escribía él, y no se los encargaba a un asesor negro con buena pluma. Pero hay que tener en cuenta que eso lo hacía Tierno Galván porque sabía escribir bandos.

La política se degradó, mientras la titulitis se inflaba. Así ocurren casos como el de Pablo Casado en Harvard. Es innecesario, porque estamos acostumbrados a que un político no sea una eminencia. Sin embargo, los que tienen títulos, los utilizan porque les da prestigio y distinción. Ahí tienen a Pablo Iglesias, que por ser profesor de la Facultad de Ciencias Políticas, además del doctorado y sus másters, parece un genio como no hubo otro después de Karl Marx. Por supuesto, es injusto generalizar. A veces hay grandes genios ocultos, hasta que salen del escaño.

Engañar a la gente con títulos de mentira está muy mal. Porque si engañan con eso ya no son fiables, pierden la credibilidad. Pero, como también se pierde por otros motivos, parece que no les importa.

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