La vuelta olímpica

Francisco / Merino

Tierra de oportunidades

LOS relevos en el banquillo del Córdoba han perdido la pomposa espectacularidad de antaño, cuando eran actos en los que se glosaba la memoria del finado antes de dar entrada al figurón de turno. Un episodio triste en el fondo, la escenificación del fracaso de un proyecto, se trataba de transformar en una ceremonia esperanzadora. Y a veces hasta se conseguía. La función de ayer, dividida en actos, resultó parca en adornos, en palabras y en argumentos. José González apareció solo -con su ayudante Cortijo en un segundo plano- para decir adiós. Estaba enfadado, claro, y se le notaba. "Merecía al menos el partido ante el Rayo", indicó. No pudo airear estadísticas porque los números le salieron torcidos y terminaron sentenciándolo. Eso es lo que se suele decir y es una gran verdad, pero no la verdad completa. En el consejo no lo podían ni ver -algunos no han cruzado ni palabra con el ya ex técnico cordobesista en sus ocho meses de estancia en la ciudad- y sus métodos empezaban a ser cuestionados por jugadores con peso en una plantilla construida "para estar entre los diez primeros", según el director deportivo, Emilio Vega. Ayer, antes de irse, José González aseguró que el Córdoba "se quedará en la zona media". En eso sí que están de acuerdo.

Desde el año 2000, catorce entrenadores se han incorporado al CCF mientras estaba en marcha, ya fuera descarrilado o absolutamente fuera de control. ¿Revulsivos? Sólo tres de ellos consiguieron más de la mitad de los puntos en juego. ¿Quiénes? Pues Pepe Murcia, Juan Carlos Rodríguez y Pepe Escalante. Todos salieron del club de modo abrupto: los cordobeses, porque no tenían sintonía con los que mandaban; el del medio, por su cara bonita y dejando un pufo en la tesorería que todavía se está pagando.

Y ahora le toca a Juan. El de Fernán Núñez compareció ante la prensa acompañado por el vicepresidente Carretero y el director deportivo, Emilio Vega. A Campanero se le echó de menos. Para qué se va a presentar a alguien que no necesita presentación, pensaría alguno. Nadie agarró una camiseta ante los flashes de las cámaras. Nadie habló de un porvenir idílico más allá de las próximas citas. Nadie quiso decir que el miedo vuelve a ser un compañero fiel del Córdoba desde el invierno. Porque esas cosas no se dicen.

"Esto es trabajo, trabajo y trabajo", aseguró Juan Luna Eslava, ese futbolista que permanece en el imaginario del cordobesismo como un zaguero espartano y eficiente, que se labró una carrera en los 80 y los 90 exprimiendo a tope un catálogo de habilidades francamente reducido pero indispensable para salir a flote. Trabajo, trabajo y trabajo es lo que dio también José González. Y trabajo es lo que prometió Emilio Vega, a quien se le cuestionó sobre el fracaso que supone el despido del segundo entrenador por el que ha apostado, después de Paco Jémez. El leonés atajó: "Fracaso es un adjetivo (sic) que lo utilizas tú. Para mí, fracaso es cuando no haces todo lo posible por hacer las cosas y ése no es mi caso". Muy respetable postura la del máximo responsable de la construcción del Córdoba, que no suele esconderse casi nunca cuando vienen mal dadas, pero discutible en unas circunstancias que demandan algo más. Resultados, por ejemplo. Porque ése es el baremo con el que se hacen los balances en las empresas y lo que necesita urgentemente el Córdoba. ¿Los garantiza Luna? Ni él ni nadie. Solo, desde luego, no. Después de ser segundo de Escalante, Paco Jémez y José, conoce bien a los jugadores. También sabe qué se cuece entre bastidores y cómo apretar las tuercas al personal. Es la hora de exigir a los únicos que tienen la clave para salir de este embrollo.

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