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Enrique Bellido / Ex Senador

Tiempo al tiempo

CREO que a la única Bibiana que conocía, a través de la prensa, era Bibiana Fernández, antes conocida como Bibí Andersen, famosa transexual nacida en Tánger y dedicada hoy en día al cine y la televisión. Otra Bibiana, en este caso Aído, hasta ahora directora de la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco, ha venido a confirmarme que ciertamente en el siglo IV existió una santa que, víctima de la persecución anticristiana de Juliano el Apóstata, murió atada a una columna y flagelada. Da nombre a una de las parroquias más humildes de Madrid, situada en el barrio de Villaverde Alto y a la que los metereólogos asignan un refrán: "Si después de otoño seco llueve por santa Bibiana -se celebra su onomástica el 2 de diciembre- llueve cuarenta días y una semana" o ese otro de "si llueve por santa Bibiana, llueve tres semanas, y si le acompaña su primo san Canuto (19 de enero), tres meses juntos".

Una joven política andaluza, nacida en el pueblo gaditano de Alcalá de los Gazules hace ahora treinta y un años, que, al margen de haber trabajado también en el Observatorio de Emprendedores de la Universidad de Cádiz, es licenciada en Administración y Dirección de Empresas por esta Universidad y master por la Universidad de Northumbria en Newcastle (Reino Unido).

Cierto es que puede existir una cierta distancia entre ocuparse políticamente de algo tan culturalmente autóctono como el flamenco y pasar a hacerlo de los complejos problemas que se ciernen en torno a la igualdad entre hombres y mujeres y su entronque con las desigualdades genéticas y antropológicas que definen a ambos sexos. Sin embargo, el olfato me dice que esta Bibiana, la ministra de Igualdad, ha sabido hacer del cante jondo, de la solidez de su arraigo social, una excelente escuela desde la que afrontar el reto de conseguir que la desigualdad entre sexos sólo se establezca en el plano de la complementariedad y nunca de la dominación como con tanta frecuencia viene sucediendo en nuestra sociedad hasta niveles trágicos.

He de decir que estando tan lejos ideológicamente de su pensamiento político -al menos del oficial- sus primeras palabras, una vez conocida su designación para el cargo y tras tomar posesión del mismo, me han parecido cargadas no ya de lógica, que tal vez es lo menos que puede exigirse a tan alta representación del Estado, sino de prudente madurez en una persona de tan corta edad.

Es cierto que ello tal vez no deba presuponer nada cuando una de las mejores estrategias del político es la de saber modular su discurso, pero he querido observar un grado de espontaneidad en sus declaraciones que dista mucho de la demagogia a la que tan acostumbrados nos tienen quienes dedican su tiempo a la cosa pública.

De seguro que su primera ocupación al frente de la cartera ministerial habrá de centrarse en demostrar que su mayor valor no estriba en poder ser exhibida como la ministra más joven de nuestra historia democrática o como parte del primer gobierno de la nación compuesto en su mayoría por mujeres, como el propio presidente, Rodríguez Zapatero, ya se ocupó en resaltar en la presentación ante la prensa de su nuevo gabinete. Tampoco deberá representar un valor añadido el ser integrante de una cuota -dos, frente a los cuatro que absurdamente pretende patrimonializar Manuel Chaves- de ministros, en este caso ministras, andaluces en el Gobierno. La ministra Aído habrá de enfrentarse, desgraciadamente de manera inmediata, a la lacra social que representa la violencia de género, con el ánimo y la humildad suficientes para abordar desde el hoy un problema que arrastra un ayer determinante que se hace muy difícil cambiar.

Y tendrá que hacerlo, también, al nada sencillo objetivo de conciliar la vida familiar y laboral en una sociedad claramente mercantilizada en la que no sólo está en peligro la dignidad salarial de la mujer, sino también la sentimental de la pareja, estableciéndose un continuo enfrentamiento de intereses que nos está llevando a desvirtuar el papel social de la familia. Empeños, junto a muchos otros, que deberán estar alejados de las formulas huecas y ramplonas como las hasta ahora utilizadas por sus antecesores y en el que sería bueno que consiguiese la complicidad leal de las comunidades autónomas y fuerzas políticas y sociales. De entrada, como recogía el refrán, no ha llegado con mal pie pues la lluvia se acercó a nuestras latitudes coincidiendo con su designación como ministra. Queda ahora que demuestre que sus principios encierran una buena calidad en su gestión. Así, tal vez, puede que hasta en el futuro los socialistas se planteen en ella el relevo a Chaves. Tiempo al tiempo.

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