Se denomina teatrillo o teatrino al espacio de representación dentro de, o sobre el cual, los títeres realizan la representación de sus historias. Muchas veces sirve también para ocultar a los titiriteros, a fin de fortalecer la ilusión de que los títeres tienen vida propia.

Supongo que siempre ha sido así. Unos cuantos han enviado a otros muchos a hacer sus guerras. Y cuando todo termina, todo lo que se haya roto, las bajas, los daños, son difícilmente justificables. Esto obliga a reforzar la épica, a adornar el acontecimiento, los legítimos motivos que nos llevaron a librar ésta o aquella batalla. Puede que muchos de los grandes momentos inmortalizados por nuestros pintores fuesen en realidad mucho menos solemnes de cómo han llegado a los libros de historia. Puede que si los hubiésemos seguido en directo hubiésemos visto las costuras, con ese punto cutre de teatrillo improvisado que la otra noche acogió la cámara catalana.

Si yo fuese un independentista catalán exigiría algo más de estética en esos hitos que dibujan el camino a la no consecución de un estado propio. De hecho, Cataluña, ha dominado como nadie el arte de la escena. Y sí, puede que dé un poquito de vergüenza. Como tantas cosas que pasan en este país. Personalmente, en lo que al procés se refiere, estoy más cercano a la tristeza. Porque lo que está sucediendo destila por todas partes una evidente falta de previsión política. Un inmovilismo enormemente rentable en términos electorales para las partes, lo que se traduce en una gran irresponsabilidad compartida. Legalmente, el asunto no tiene discusión.

Ha sido una semana de esas que dejan expresiones repetidas en dos de cada tres declaraciones públicas. "Hoy he sentido vergüenza", "golpe a la democracia", "unidad frente al desafío soberanista"… de fondo la sospecha sobre la cantidad de intereses que se esconde tras esta crispación. Repito, nada más rentable en términos políticos que una buena bandera con unos colores bien llamativos. La otra noche caí rendido en el sofá, mirando la televisión con la boca abierta. Abierta porque bostezaba del cansancio y porque me reconozco una mirada algo incrédula. Me preguntaba cómo es posible que hubiésemos llegado hasta aquí. Joaquinito se reía viendo la función del Parlament y me dijo que era como el patio del colegio. Será que lleva tres meses fuera. Suspiré y recordé que tenía que hacer unas patatas y un filete de pollo, igual que otro como yo, tendría que hacer la cena para su hijo en Lleida, Tarragona o Sant Cugat del Vallès.

https://youtu.be/eqpoHUp8LAo

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