Siempre hacemos lo mismo

Ni es nueva la tendencia a buscar la fama ni tampoco que se utilicen sólo tácticas nobles para adquirirla

Siempre que se habla de algo relacionado con la fama, el narcisismo o algo por el estilo, resulta obligado acordarse de aquel pastor de Éfeso, llamado Eróstrato, que, para conseguir notoriedad y nombradía eternas, decidió quemar, en julio del año 356 a.n.e., el templo de Diana, una de las siempre citadas siete maravillas del mundo. Y su propósito desde luego se cumplió enteramente. La prueba está, no solo en que a día de hoy seguimos recordándolo, sino que de él hay un montón de referencias a lo largo de la historia de la literatura. Y eso que en un primer momento las autoridades prohibieron, nada menos que bajo pena de muerte, recordar su nombre. Pero ¡qué se le va a hacer! Eso es lo mismo que, por ejemplo, cuando George Lakoff inicia sus experimentos lingüísticos indicando a los alumnos: no pienses en un elefante; hagas lo que hagas, no pienses en un elefante. La consecuencia es obvia: ¿en qué van a pensar si no? Como el caso de Eróstrato.

Esta referencia histórica, como alguna otra que pudiera citarse (es el caso de las conversaciones que los llamados Diálogos del filósofo Platón descubren sobre sus protagonistas), da fe de que ni es nueva la tendencia a buscar la fama ni tampoco que únicamente se utilicen tácticas nobles para adquirirla. Narciso, aquel personaje de la mitología, que mientras bebe en el estanque, seducido por la visión de la belleza, se enamora de una esperanza sin cuerpo y cree que es un cuerpo lo que no es sino agua (belleza, ya se sabe, la de sí mismo), tan no lo hace a voluntad que también se ve forzado a rechazar el amor de la lindísima ninfa Eco. Lleva por tanto una clara imposición del destino. Su nombre lo invocó Freud para identificar el síntoma de transformar el propio sujeto en objeto de sí mismo, de su amor y de su contemplación. Lo más probable es que sea cierto ese pensamiento que manifiesta que los comportamientos humanos siempre han sido más o menos iguales y que en ese terreno no se ha producido grandes modificaciones. Bien es verdad que algunos vicios o virtudes han subido o bajado en la Bolsa de valores, pero, a fin de cuentas, siempre jugamos los mismos juegos y la diferencia está en las técnicas al uso. ¿O acaso Critón, o algún otro de los interlocutores de Platón, no hubiera hecho una foto del grupo si hubiese dispuesto de una cámara adecuada? Ya se pintaban retratos, pero, como siempre, normalmente a los más ricos.

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