Al PSOE le cayó un gran marrón el 20D de 2015, cuando Mariano Rajoy ganó las elecciones generales en minoría y les tocó el papel de bisagra. Las opciones entonces eran tres: facilitar el Gobierno del PP, llegar a La Moncloa aceptando las exigencias terribles de Podemos y los independentistas o quedarse quietos, con leves movimientos a modo de maquillaje, y dando pie por tanto unas nuevas elecciones. Los socialistas, con Pedro Sánchez al frente, optaron entonces por la tercera vía y así llegamos a unos segundos comicios, los del 26J de 2016, donde la foto finish dejó un paisaje similar al anterior. La situación era la misma; la bisagra, idéntica. La presión aumentó entonces, pues unas terceras generales no las aguantaba ya nadie, y los socialistas tuvieron que elegir: Sánchez tiró ahí por la opción del No es No, que básicamente significaba "llegó a La Moncloa Sí o Sí y arda lo que arda", mientras que el viejo aparato felipista, el viejo poder surgido de Suresnes y la Transición, entendió que había que abstenerse y no ceder al podemismo ni a los independentistas. Optaron pues por encender la maquina destructora y le pegaron un patadón en el culo a Sánchez creyendo que hoy es eso tan posible como en su día fue quitar del medio a Josep Borrell. Pero se equivocaron, más que nada porque buena parte de la militancia socialista se había vuelto presuresnes durante el zapaterato, y lo que hicieron fue crear a un nuevo y ficticio Pedro Sánchez: no el Sánchez guaperas, ambicioso y políticamente poco definido que era al principio sino un Pedro víctima del poder establecido, rojeras no por ambiciones sino por convicción (cosa que no se creen ni sus íntimos) y urdidor de una nueva nación de naciones capaz de salir no sólo de la crisis papanatas que padece la socialdemocracia sino de la corrupción, del envite catalanista y de las políticas de austeridad. Al tiempo, el PSOE viejuno, con una Susana Díaz supravalorada e incapaz de mejorarle la imagen, se comió el marrón de abstenerse ante Rajoy para que España pudiese seguir adelante. Fue una decisión de Estado, que asumió la Junta Gestora pero que las bases no aceptaron como ahora se ve. Sánchez vuelve por ello al poder convertido en el rojo, el romántico Pedro, aunque todavía ni sepamos qué modelo económico y territorial tiene para el país. Y por ser él un personaje político construido desde fuera, por necesidades prácticas, y no desde dentro, por convicciones, habrá que esperar las encuestas para ver qué camino desea ahora escribir. Lo indudable es que Pedro ha salido airoso del marrón del 20D y 26J mientras otros se lo han comido entero. Caducos, caminan en fila hacia el cementerio. Suresnes convertido en funeral.

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