Tengo la mesa donde perpetro esta nota contaminada de residuos pseudoculturales franquistas. En una columna de libros no demasiado inestable figura la antología de Austral El oro de los siglos, coordinada por José María Micó y que recoge a Garcilaso de la Vega, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz, Luis de Góngora, Lope de Vega y Francisco de Quevedo, y un poco más abajo la recopilación de artículos de Mariano José de Larra en Penguin Clásicos, con edición de Juan Cano Ballesta. Tengo entendido que a Franco le gustaba la fruta ¡y me acabo de comer un plátano! Y mi coche es un Toledo.

Intento además ser un hombre franco. Y digo, porque lo pienso, que en este país o lo que sea la izquierda no sabe reír y la derecha no sabe llorar, con lo que detectamos una carencia de inteligencia por un lado y de sensibilidad por el otro. Luego está el nacionalismo, que es un oficio. El nacionalista va a la bandera como el bombero a la manguera, el panadero a la harina o el periodista al sustantivo. Para ganarse la vida.

El nacionalismo es un oficio y es un negocio como las religiones abrahámicas o el Día del Orgullo Gay, que por lo menos tiene color. Pregunto a la noche cuál es el color de los nacionalismos y me ofrendan su silencio cansado los muros de la patria mía, así que pienso en Machado (el hermano de Manuel), que me ocupa una porción de la biblioteca en varias ediciones y formatos (el españolismo es lo que tiene) y del que recuerdo un artículo con el socorrido título de Dios los cría y ellos se juntan y una carta a Ortega y Gasset que (la releo, es del año 1919) termina así: "Sus procedimientos son groseros, pero muy adecuados a la mentalidad de su público".

Lo decía Antonio a propósito de la cuestión agraria y los enredos del sindicalismo católico. ¿Cómo estará la cosa agraria en Sabadell? Supongo que bien porque en su escudo aparece una cebolla. Me ha trastornado recordar que Sabadell es algo más que un banco y un equipo arlequinado, así que busco luces, respuestas en los versos de Machado, pero De un cancionero apócrifo me devuelve a la realidad: "Siempre que nos vemos / es cita para mañana. / Nunca nos encontraremos".

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