Río turbio

Córdoba no se merece a concejales de Turismo que espanten a los turistas como si fuesen el satánico enemigo

La alcaldesa, Isabel Ambrosio, tiene algo en sus tiempos de poso rajoyano, pues suele entrar en los asuntos candentes a la hora de los postres, cuando ya todo el mundo anda con el cardias y el píloro en marcha y la marea comienza a relajarse. Tal costumbre, que no es mala en sí pues tiene sus ventajas, produce en ocasiones sensación de caos, como ocurrió la semana pasada en torno a los conflictos varios que cercan al sector turístico, donde el edil Pedro García es protagonista en la sombra del mayúsculo lío que se ha montado. Antes o después, no quedaba otra, la regidora tenía que intervenir, y ayer lo hizo al fin y con claridad que se agradece. En vez de ponerse de perfil, algo que tanto le tienta desde sus inicios aunque ella lo niegue, lo que hizo fue asumir el liderazgo que le corresponde por su cargo, dejarse pues de vainas, desautorizar veladamente, con diplomacia, a su teniente de alcalde y decir que será ella misma la que tome cartas en el asunto para reconducir la situación. Como primer paso no está nada mal, aunque habrá que esperar para ver sino es sólo una forma de ganar tiempo. Porque en verdad lo que debería, aunque sea con su habitual guante de seda y su elegante lentitud o pachorra, es meterle mano con decisión a las deslealtades de Izquierda Unida que ya, cuando todavía no hemos llegado al ecuador del mandato, ha comenzado a cantar la gallina y a dejarla cada dos por tres en la estacada. Y es que no puede ser que, a veinte días de la Semana Santa, el teniente de alcalde encargado del Turismo vaya por ahí sugiriendo que la nueva carrera oficial es insegura sin informe alguno que lo demuestre ni mas sostén que las necesidad de su partido a la hora de mantener prietas las filas de su parroquia más anticofradiera. Ambrosio, ya digo, haría bien en entrar de lleno en este río turbio y ancho que hay al fondo del pacto municipal y que amenaza con amargarle el final de mandato hasta dejarla en los últimos meses más sola que la una. Y debe hacerlo no sólo por su bien sino por una ciudad que se comprometió a gobernar y que no se merece a concejales de Turismo dispuesto a espantar a los turistas como si fuesen el satánico enemigo. Ella es la alcaldesa y de ella depende que el pacto no acabe siendo el cachondeo que ya auguraban desde el comienzo sus rivales políticos.

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