Remontando

Se los ve felices porque el país 'crece', pero la fractura social es grave y no se va a resolver con estadísticas

Cuando la última crisis financiera, cuyos devastadores efectos empezaron a manifestarse hace más o menos una década, se extendió por el mundo como una plaga bíblica, una oleada de autocrítica recorrió los templos del capitalismo y hasta los sumos sacerdotes del orden internacional hicieron algo parecido a un propósito de enmienda. A toro pasado, los analistas explicaban las causas del desastre, pero no las razones por las que si estaban tan claras no habían dado antes, ellos o los organismos dedicados a evaluar los riesgos, la voz de alarma. Entre nosotros el entonces presidente de la patronal, desde hace años entre rejas por fraudes varios, llegó a pedir un conmovedor "paréntesis en la economía de libre mercado" para que el Estado, habitualmente señalado como insaciable Leviatán, acudiera a rescatar a las entidades de la ruina. Presas del pánico, los liberales se volvieron intervencionistas y no vacilaban a la hora de defender la inyección de dinero público para remediar los daños. Habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades, nos repetían a todas horas, pero por un momento pareció que los plutócratas, aunque a regañadientes, asumían su responsabilidad, que no era pequeña. No había que ser un lince para prever que cuando pasara lo peor volverían a las andadas.

Como esos pecadores que al borde del abismo hacen juramentos de los que se olvidarán cuando se sientan a salvo, los contumaces herederos del laissez faire claman otra vez contra la regulación y la injerencia de los gobiernos, pero no cabe duda de que pedirían nuevos paréntesis si sobreviniera otra crisis y entre tanto las fortunas siguen a buen recaudo. Quienes se preguntan cómo es posible que haya resurgido el leninismo, aunque sea en modo de farsa, no parecen comprender la profunda desafección de la parte de la población que ha soportado los rigores de estos años frente a unos gobernantes que o no se han enterado o no han sabido mostrar un mínimo de cercanía. No les habría sido difícil fingirla, aunque fuera por conveniencia, pero no ha habido manera. Últimamente se los ve felices porque el país crece por encima de la media, pero la fractura social es grave y no se va a resolver con estadísticas. Hubo la ministra que habló en pleno hundimiento de los brotes verdes y ahora otra se ha referido a una así llamada primavera del empleo, lo que aplicado a España -y a los empleos de los que se trata- suena a sarcasmo, es de suponer que involuntario. Hacía y hace falta mucha imaginación, o un completo alejamiento de la realidad, para expresarse en esos términos. Ya que viven en una burbuja, podrían dejar el lirismo para los momentos de ocio.

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