CONMUEVE la imagen de esa caja blanca, tan pequeña que cuesta trabajo darse cuenta de que es un ataúd. Me conmueve la suerte fatal de este niño, Rayan, enterrado ayer en Marruecos. Su madre fue dos veces al hospital en donde murió, porque se sentía mal. Y la mandaron para su casa sin el diagnóstico correcto. Sólo en su tercera consulta le detectaron la gripe A. Este fue el primer error terrorífico. Cuando murió la pobre Dalilah, se dijo que padecía de asma. La familia lo niega. Después vino el segundo error terrorífico, el oficial. Una enfermera inexperta, de cuya suerte también me compadezco, equivocó las llaves y las vías. Este asunto pone en entredicho nuestro entero sistema sanitario. ¿Cuántos errores como éstos se producen todos los días y no nos enteramos porque no son de la primera muerta por gripe A en España o de su hijo prematuro?

Empezamos a inquietarnos y encontramos un decreto de especialidades médicas en enfermería, de 2005, que no ha sido desarrollado por el Gobierno; unos convenios con los sindicatos, por los que las vacantes se cubren con el primer enfermero de una lista, aunque la plaza sea de neonatos y a quien le toque sea un experto o experta en quirófanos; un hospital que no tiene un correcto sistema de acogida, para informar convenientemente a los novatos; unos protocolos de seguridad antiguos, unas vías y llaves similares para la alimentación nasogástrica y la intravenosa; un país en el que faltan 120.000 enfermeros.

El déficit de plazas es tan notorio que la media en la Unión Europea a 15 (sin los recién llegados países del Este) es de 860 ATS por cada 100.000 habitantes y la ratio andaluza es exactamente la mitad, 430. Andalucía es la segunda por la cola en la clasificación española. Curioso asunto, el día después de cerrarse la nueva financiación autonómica. Aun a riesgo de que Chaves lo considere catalanofobia, añadiré que Cataluña tiene 600 enfermeros por cada 100.000 habitantes, y Andalucía, 430. La media española es de 531.

Total, que tenemos que conseguir una administración pública más ligera y austera, para poder aumentar los funcionarios en la sanidad y la educación. Sin ánimo de molestar, los más de 1.700 millones de euros que nos cuestan las ocho diputaciones andaluzas todos los años, serían de mucha utilidad para este menester. (Una cifra curiosa, similar a los recursos extra que la región recibirá con la nueva financiación autonómica). Pero, al mismo tiempo, habría que reducir los servicios generales de las consejerías. La crisis así lo aconseja. Y los errores médicos que han costado la vida a Rayan y su madre, nos indican que hay prioridades desatendidas.

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