Reloj de sol

Joaquín Pérez Azaústre / Azaustre@yahoo.es

Raúl, o el aguante

TODOS los raulistas verdaderos que hemos defendido hasta el momento el talento rugiente de Raúl, su virtud de hombre duro y talismán, de un depredador del corazón breve de las áreas recortadas, podemos ir tranquilos por la calle, estamos orgullosos de nosotros, de haber reivindicado al gran Raúl en los tiempos difíciles. Todo es tan sencillo como consultar las hemerotecas: en los últimos tres años, hemos sido realmente pocos los que hemos recordado que Raúl era mucho más que un jugador, era esencialmente ese carácter convertido en estilo personal. Raúl, como jugador, ahora es mucho más que un jugador. Raúl, como estilista de la fotogenia ética, como perfilador de un pulso único, no ha tenido igual en nuestro fútbol.

Esto es algo que ahora todo el mundo dice por la radio y escribe en tribunas deportivas, pero lo cierto es que en los últimos tres años muchos de los que ahora cantan las virtudes de Raúl como sus ocho goles de ahora mismo firmaron su certificado de defunción, lo enterraron en su brillante sarcófago y golpearon, ellos mismos, sus doce clavos de oro triste. Raúl, estos tres años, ha vivido quizá en una jaula de oro, que era especialmente un oro triste. Raúl ha sido presa de sí mismo, de su nombre de genio, de las ganas que muchos le tenían a su nombre desde ayer. En este país, el éxito se paga o no se tiene.

Raúl dijo una vez, cuando todavía no tenía veinte años, que se veía campeón del mundo. Esta declaración de intenciones, por la que se criticó entonces mucho a Raúl, en un chaval tan joven, no fue sino toda una poética, un discurso moral, una intención. Raúl se veía con fuerza y con coraje para ser campeón de Europa, del mundo y del espacio, y esto es algo que hemos apreciado siempre en él. Bien está la prudencia, bien está la humildad, bien está el trabajo menudo y mesetario, pero quien no arriesga no gana, quien no apuesta no gana, quien no juega no gana.

Esta ambición pura de Raúl es la que ha faltado, históricamente, a cierta parte del deporte español. Raúl tenía ambición para unos cuantos, y por eso cuando dejó de ser el ángel vengador de cualquier área, todos los cobardes de este mundo, que jamás habrían hecho una afirmación como aquélla de Raúl pero que nunca ganarán nada, por falta de valor, de iniciativa, de hambre de vivir en otro sueño, se han cebado luego con Raúl. Ahora, cuando juega en su puesto, vuelve a dentelladas por el gol. Dicen que ha vuelto Raúl. Falso: sólo ha resistido hasta vencer.

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