Reloj de sol

Joaquín Pérez Azaústre

Rajoy, el converso

AMariano Rajoy, ahora que ha dejado el lado oscuro y macarrilla de la fuerza, le crecen enemigos en la nave mientras aumenta el peso en las encuestas. Rajoy, en realidad, lo que ahora quiere ser es un José Luis Rodríguez Zapatero del capital, que es lo mismo que ser un ZP de derechas centradas y europeas, quizá lo único que las derechas españolas, por su carga genética, no han podido ser nunca de verdad. En el fondo profundo, arcano y gutural del Partido Popular, existe el convencimiento de que el conservadurismo consiste puramente en cargar con fiereza contra el matrimonio homosexual o contra lo homosexual en general, liarse la bandera a la cabeza, negar el diálogo con los nacionalismos periféricos y avasallar al partido rival a base de sablazos al sonido ambiental, con una línea dura y metalúrgica en una negación continua de la izquierda. Es por eso que hoy, cuando Mariano Rajoy ha decidido ser un Zapatero de derechas, incorporando a su discurso el discurso lacrado del PSOE, toda esa simiente cavernícola, ancestral o cadáver viviente del PP le declara la guerra medular, violenta y contenida por ahora, porque este aplacamiento sólo es la promesa de tormentas futuras.

Mariano Rajoy ha dicho que su nueva línea consistirá en una tríada de conceptos, que tienen un carácter quizá metapolítico, pero que en realidad son sociológicos y un poco copiones si me apuran: "mujer, diálogo y acuerdos". Si esto no es una radiografía de la nueva versión de la izquierda española, personificada en un ministerio de Igualdad que todavía no sabemos muy bien para qué sirve, que venga Martínez Pujalte y lo vea. Mariano Rajoy, con este triunvirato de guiones, se ha subido al carro del talante, y sólo en pocas semanas ya se ha puesto por encima del presidente en las encuestas, por primera vez en varios años. Quiere uno decir que Mariano Rajoy ha hecho exactamente lo mismo que Zapatero, que es quedarse en la cascarilla de las cosas, un poco de mujer por aquí y otro poco por allá, una cucharada azucarada de mansa bonhomía y hasta una mirada de despiste, y ya tenemos un PP con el pleno talante democrático. Si todo esto nos lleva a una nueva versión, más suavizada, de estos cuatro años de desgaste y cansancio crónico, crispación y agresiones verbales matutinas, bienvenido sea. Que Rajoy sea de derechas es lo natural: también lo es Gallardón, y mucho, aunque sus detractores más fornidos lo han tachado de progre y de traidor por respetar el matrimonio gay. Quizá lo que Rajoy trata de demostrar a todo el mundo es que se puede ser de derechas sin destrozar el oído ajeno, torpedear la vida pública y enarbolar, como argumento, una beatería muy de mesa camilla y pastas rancias. No es ideología, es únicamente una educación.

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