Radicales

Su insurrección, reducida a folclore, se orienta en exclusiva a la demanda de soberanía

Aunque no del mismo modo que las propiedades o los genes, también las ideas se heredan y transmiten de padres a hijos incluso si estos, como es natural, difieren de los primeros o se apartan completamente de lo que escucharon en casa. Sean objeto de aceptación o de rechazo, las afinidades familiares pesan y explican la continuidad de sentimientos -la lealtad a unos principios, la vinculación a un territorio, la conciencia de clase- que condicionan la visión del mundo hasta que los individuos, tras una etapa inicial de identificación, pueden o deben decidir por su cuenta. No es raro que las elecciones personales maticen o desmientan ese legado, pero tampoco lo es que permanezca como una forma de arraigo, profunda o meramente nominal, que se manifiesta de igual manera al margen de la ideología.

Tal vez con razón, muchos analistas relacionan el auge de los llamados grupos antisistema en Cataluña con la importante presencia del anarquismo en la región durante las primeras décadas del siglo pasado. Como la hay monárquica o republicana, socialista o conservadora, existe una tradición libertaria que casi ha desaparecido en Andalucía, donde también tuvo una fuerza considerable, y ha rebrotado con aparente intensidad al nordeste de la península. A sus representantes quizá les agrade sentirse continuadores de los revolucionarios del tiempo viejo, pero la España del nuevo milenio tiene muy poco que ver con el país de nuestros abuelos y por otra parte nada en la práctica de estos grupos, que gobiernan en una de las autonomías más prósperas de Europa, permite identificarlos como parias que luchan por derechos negados.

Aliados de la burguesía nacionalista junto con otros socios -ya indistinguibles del partido hegemónico desde la restauración de la democracia- que se dicen también de izquierda, los rebeldes catalanes de hogaño se muestran incendiarios en sus discursos, aunque participen en el reparto del poder institucional y su insurrección, reducida a folclore, se oriente en exclusiva a la demanda de soberanía. Dicen las encuestas que entre sus votantes abundan las rentas altas, pero ello no les impide proclamarse anticapitalistas ni asumir el imaginario de la agitación obrera, que es ya sólo eso, un imaginario. Desde fuera podría parecer que el bloque independentista resulta de una amalgama contradictoria, pero lo que revela la unidad de acción es una coherencia rocosa donde la aspiración a la justicia social -inverosímil en quienes suscriben el patrón identitario- ha sido sustituida por el llamado urgente de la patria.

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