¿Rabieta o maltrato?

Son los padres quienes precisan de ayudas (legislativas y sicológicas) que les permitan abordar el calvario que viven

Fue en este espacio del pasado sábado donde tuvimos ocasión de aludir a las medidas legislativas con las que el legislador pretende amortiguar -o desterrar de la faz de la tierra- el consumo de alcohol en nuestros menores. Bienvenida la iniciativa. Pero, las alcoholemias en menores que, ahora, el legislador trata de atajar no son el único motivo de preocupación para los progenitores. Ni para nadie: Existen otros y, posiblemente, de no menor calado. Sólo a título de ejemplo, resulta obligado la referencia al siguiente: el que aqueja a muchos padres que están siendo objeto de malos tratos (físicos y psíquicos) por parte de sus hijos. De estos indeseables hechos tenemos conocimiento porque, con más frecuencia de la deseada, los medios de comunicación nos dan cumplida cuenta de algún episodio violento de los menores respecto de sus progenitores en el ámbito de la familia. Y, más concretamente en su edición del pasado jueves, este periódico, el Día de Córdoba, publicaba una interesante entrevista que Pedro M. Espinosa efectuaba al Fiscal de Menores de Cádiz, don Pedro Gosálvez Olmo y de la que entresaco el siguientes texto literal: "Nos preocupa el maltrato de menores a sus padres por limitarles el acceso al móvil".

Es decir: La Fiscalía de Menores da por hecho la existencia del "maltrato de menores a sus padres…". Hacemos expresivo nuestra conformidad con el criterio de la susodicha Fiscalía y reconocemos la existencia del indeseable fenómeno. Sin embargo, a juicio de Las Tendillas, no podemos atribuir los comportamientos violentos de los menores a las limitaciones impuestas por los padres para acceder al móvil.

Sería confundir una rabieta -momentánea y por un determinado caso concreto- con el maltrato, fruto de un estado anímico violento permanente que, sin que sea precisa una causa determinada, se manifiesta en toda actuación del maltratador. Y no por un comportamiento de los padres, que tratan de impedir comportamientos inadecuados de sus hijos, sino por exigencias de los menores que los padres no pueden permitir (como llegar a las siete de la madrugada, con elevadas dosis de alcohol y otras sustancias…). Ante estas situaciones de violencia doméstica, son los padres quienes precisan de ayudas (legislativas y sicológicas) que les permitan abordad el calvario que viven en demasiados casos, no siempre denunciados.

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