Las tendillas

Ramiro García Vila

Proyecto frustrado

BAJO los auspicios de la Delegación de Infancia del Ayuntamiento de Córdoba que ostenta la concejala Elena Cortés, se está desarrollando una curiosa actividad, poco frecuente y de extraordinaria originalidad: La Escuela Municipal Félix Ortega es escenario de un proyecto de investigación que pretende conoce sobre la relación existente entre padres e hijos.

La iniciativa debería ser como la vacuna de la Gripe A: innecesaria. Es decir: la investigación proyectada resultaría ociosa si dicha "relación" tuviera la condición de normal. Pero no es el caso: Quienes, por motivos muy diversos, conocemos de dicha relación, sabemos que, con más frecuencia de la deseada, la normalidad de la concordia paterno filial brilla por su ausencia y, consecuentemente, la investigación que ahora desarrolla la Escuela de referencia deviene en necesaria. Obligada. Mucho más si se tiene en cuenta que las desavenencias paterno filiales rara vez se producen solas. Sin consecuencias: Cuando surgen, terminan por minar y provocar, en muchos casos, el deterioro -irreparable con frecuencia- de la relación entre los progenitores y, consecuentemente, la destrucción del núcleo familiar.

Es por ello que deseamos a Una experiencia para la conciliación familiar -que así es como se denomina el proyecto- nos depare los éxitos que se proponen los organizadores, y que los resultados de la investigación arrojen resultados que permitan un tratamiento que mejore la relación paterno filial deteriorada por las causas que sean.

Claro que el deseo que hago expresivo no me libra de cierta dosis de pesimismo. Apenas tengo confianza en las iniciativas a las que aludo. Porque, a mi juicio, cualquier actividad relacionada con la educación y que pretenda normalizar la relación paterno filial está condenada al más sonoro de los fracasos si no se asienta sobre el principio de autoridad de los padres y profesores.

Sin embargo, ambos institutos, están actualmente privados de una autoridad de la que han dispuesto toda la vida sin que nadie se herniara por ello. Hoy, ni los profesores pueden decir ni pío sin poner en peligro su dentadura, ni los padres pueden dar un cachete al menor que lo está pidiendo a gritos sin exponerse a una condena de prisión y alejamiento del menor por malos tratos.

Resulta innecesario ilustrar los asertos que refiero con hechos reales, por ser muchos y sobradamente conocidos. Estos episodios son incompatibles con el principio de autoridad. En consecuencia, mientras existan leyes que favorezcan o permitan la vulneración de estos "principios", y juzgados que las apliquen, cualquier proyecto tendente a normalizar la relación paterno filial está condenado al fracaso.

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