Desde la ribera

Luis J. Pérez-Bustamante

Profesores y alumnos

AHORA que hemos comprobado que las sevillanas a tres son imposibles y que Pablo tiene celos de Albert porque Pedro le hace ojitos, vamos a hablar de cosas serias. Ahora que se ha paralizado otra ley de Educación por votación esta misma semana de los señores diputados de ese Congreso de ladridos que tenemos en Madrid, abordemos cosas más interesantes. No conozco ciudadano normal que no esté hasta los mismísimos de esta coreografía eterna de encuentros para nada, así que es mejor hablar de cómo la vida sigue y afortunadamente todos somos capaces de vivir, o sobrevivir, sin acuerdo de Gobierno.

Precisamente esta semana de paralización de la Lomce he tenido la suerte de participar en una iniciativa educativa de esas que te hacen recuperar la fe en el prójimo. Fe en que a pesar de los políticos y de su nefasta gestión de la educación -que ya se sabe que el destino de las jóvenes generaciones importa poco cuando se trata de mirar por los garbanzos propios- hay quien sigue luchando por un futuro mejor para nuestros hijos. Fe en que siguen existiendo profesores que aspiran a ser maestros, que se preocupan por sus alumnos y que hacen lo que pueden para ayudarles a decidir con tino su camino profesional. Como digo, esta semana he tenido la suerte de dar con uno de esos ejemplares docentes en unas jornadas en el instituto Galileo.

Reallity bites se llamaba la iniciativa, una semana dedicada a que diferentes profesionales explicaran a alumnos de tercero y cuarto de Secundaria y primero de Bachillerato qué es la vida real, cómo se consiguen las metas y qué hay que hacer para ganarse el pan. Hosteleros, bomberos, deportistas, policías locales, jóvenes emprendedores y algún que otro juntaletras hemos pasado por allí para someternos a un tercer grado de lo más apasionante. Chavales que tienen toda la vida ante sí, y que en algunos casos lo que han visto de vida no es precisamente aleccionador, han pasado una semana conociendo los valores reales de la vida. Esfuerzo, trabajo, equipo, superación, formación…. De todas esas cosas y muchas más preguntaron. De los deberes, del orgullo profesional, de la dicotomía entre el sueño juvenil y los miedos paternos a la hora de enfocar el futuro, de cómo ir a una entrevista de trabajo, de los sueños cumplidos y los fracasos logrados…

Durante siete días, esos alumnos del instituto Galileo han recibido la información que necesitan para saber cómo labrarse el futuro. Mientras quienes se supone que tienen que mirar por su futuro en Madrid hacen el ridículo, un profesor con espíritu quijotesco demostraba que el valor de la educación de este país está en sus docentes. En sus ganas de superarse y en el amor por su profesión. A pesar de los pesares, a pesar de los políticos y a pesar de la falta de medios. Bocados de realidad para enseñarle a los chavales a buscarse la vida. Mientras los de siempre pierden el tiempo tirándose leyes a la cara y apostando por aculturizar a los hombres y mujeres del mañana, aún hay esperanza. Esta semana unos cuantos hemos presumido de Galileo. Igual que otros presumirán de otros centros. Presumamos de docentes implicados y alumnos interesados. De los otros, lamentablemente, no podemos más que avergonzarnos. Gracias Coque.

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