Primarias socialistas y casi nadie aventura un resultado seguro en un partido muy dividido. A pesar del durísimo periplo que llevan recorrido, hoy ofrecen un debate a tres a una hora prudente, elegida sin duda para captar la máxima atención de los militantes, simpatizantes y despistados socialistas: las doce de la mañana. Un detalle.

Este particular mecanismo del Partido Socialista para pegarse un tiro en el pie, ensayando puntería desde casi todos los ángulos posibles y algún otro inimaginable, era inevitable. El Comité Federal aquél de marras, allá por el primero de octubre, desnudó la endeble arquitectura de la ejecutiva y liderazgo de Pedro Sánchez. Mostró también la calamitosa, pero quirúrgica, intervención del resto de los miembros del Comité Federal que le ganaron. Después de aquello, enseñadas las vergüenzas en prime time, solo quedaba disputar el modelo del futuro. Que Sánchez fue un líder gris que no concitó apoyos electorales es una obviedad: los resultados del PSOE jamás fueron tan bajos. No obstante, quienes le batieron con estrépito entonces fueron también responsables de su elección y su consagración como cartel electoral y, en menor medida, de su apuesta simplista, el conocido "no es no", travestido ahora en la pirueta mercadotécnica del críptico "sí es sí". Lo convirtieron en una víctima, a él, que los dirigía a todos a una deriva sin salida. Pero este proceso no es una redención, sino una opción para volver a ganar.

No pierdo de vista que muchos militantes socialistas siguen a Pedro Sánchez. Me sorprende bastante que parte de una militancia combativa y disciplinada, que conozco bien, lo ejerza como un seguidismo mesiánico. Sánchez, que no aportó una solución convincente de país, levanta ahora el puño cantando La Internacional y resulta ser el remedio de todos los males que nos aquejan como hombres y mujeres de izquierda, claro, ciudadanos del Estado llamado España, sumatorio diverso de un puñado de naciones culturales. Vale, pues así las cosas, yo no quiero que gane. No encuentro razones para que un electorado que ha rechazado dos veces al entonces moderado Sánchez eligiera ahora al revolucionado Pedro. Y, desde luego, con un Podemos ya hay bastante. Dos abruman.

Esto es lo que veo como observador cariñoso del proceso socialista. Además, tengo una inquietud. Si gana Sánchez, Patxi y Susana lamerán sus heridas dentro de la casa, seguro; pero si Sánchez pierde, el aparato de los que no tienen aparato puede tener la tentación de salvar al socialismo sin el PSOE. Es decir, el lunes próximo, la gente de Susana y de Patxi estarán en el mismo sitio; ¿la de Pedro, igual? Si yo votara, me importaría saberlo con certeza. Pero ya no voto, aunque solo en éstas. Y eso también importa, porque el PSOE es necesario para todos, no solo para una minoría áulica.

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