La ciudad y los días

Carlos Colón

Preguntarse por el mal

EN Estados Unidos hay 300 millones de armas en manos privadas. Es el escandaloso fruto del miedo frente a los otros -conciudadanos, vecinos, depredadores vocacionales o producidos por la marginalidad-; de la desconfianza frente a la protección de las fuerzas de orden público; y de una asombrosamente torpe y sesgada interpretación de la Segunda Enmienda de la Constitución -"siendo necesaria una bien regulada milicia para la seguridad de un estado libre, el derecho del pueblo a tener y portar armas no debe de ser infringido"- que supone un fundamentalismo literal al no tener en cuenta los cambios históricos (creación de fuerzas públicas que garantizan -o debieran hacerlo- la seguridad de los ciudadanos) y técnicos (letal eficacia de las armas).

Urge que una de las democracias más antiguas y estables del mundo cambie esta situación. Para ello son necesarias dos cosas: que verdaderamente el Estado garantice la seguridad -lo que no siempre ha sido así, como en cine han simbolizado las series de los policías o ciudadanos justicieros interpretadas por Clint Eastwood o Charles Bronson- y que se deje de mentir vinculando exclusivamente la derecha americana con el culto a las armas. Antonio Caño recordaba en El País que Malcolm X o los Panteras Negras se ampararon en la Segunda Enmienda. Y que, yendo al cine como escenario simbólico, se recuerde que no sólo Eastwood o Bronson han exaltado la justicia tomada por propia mano: el epílogo de Taxi Driver de Scorsese justificaba la matanza perpetrada por el lunático Travis Bickle. La serie de Harry el sucio se inició en 1971, la del justiciero de Bronson en 1974, Taxi Driver es de 1975 y los años 70 conocieron un crecimiento de la criminalidad en los Estados Unidos que dio lugar a lo que el sociólogo T. Hope (Community crime prevention, 1995) llama el Periodo de la Ciudad Asustada. No hay casualidades.

Después de hacer este ejercicio de sinceridad y realismo reflexivo -que nos afecta a todos porque cuando América estornuda, el mundo se resfría: recuérdese la matanza de 77 jóvenes en Noruega en julio de 2011- cabe preguntarse por el hondo mal social que provoca que la bestia de Newtown asesine 20 niños; que de las 30.000 muertes anuales producidas por armas de fuego en los Estados Unidos, 14.000 sean suicidios; o que, según la Organización Mundial de la Salud, la tasa global de suicidios haya aumentado un 60% en los últimos 45 años.

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