Sin rodeos ni preámbulos: las disculpas solicitadas por el delegado del Gobierno en Cataluña por la actuación de la Policía Nacional y la Guardia Civil durante la jornada golpista del domingo pasado constituyen un ejemplo clamoroso de villanía e inmoralidad en lo ético, de falta de vergüenza en lo estético y monumental error en lo político. Falta a la verdad, da carta de naturaleza al relato de los indepes y escandaliza a buena parte de los votantes no sólo del Partido Popular, sino de cualquier opción constitucionalista, sólo reconfortados después por conductas valientes como las de Xavier García Albiol. Es, también, una afrenta a los ciudadanos a quienes pretendían proteger, todos nosotros, y por supuesto una bofetada, con pésimo estilo, a unos agentes que se limitaron a cumplir órdenes -más que discutibles al parecer-. Sería deseable que, a ser posible un minuto después de ser cesado, pidiese disculpas a esos agentes.

Pedir disculpas no es, claro, algo negativo: incluye análisis del comportamiento, valoración crítica y voluntad de cambio con expresión pública de arrepentimiento. Pretende reparar un daño pasado y prevenir y evitar uno futuro. Si el señor delegado hubiese pedido disculpas por su poco competente comportamiento podría llegar a aplaudirle, pero hacerlo en nombre de los agentes que, con lealtad y profesionalidad, creyeron pretender evitar la celebración de lo que el presidente del Gobierno se había comprometido a evitar, es inaceptable. Demandar perdón en nombre de otro debería exigir conformidad de éste. Dudo que los agentes en cuyo nombre pidió disculpas se hayan visto satisfechos por las palabras de quien representa al Gobierno en Cataluña; me atrevería a decir que están seriamente molestos y que se han sentido en no pocos momentos abandonados a su suerte.

Si el domingo algo fue apaleado, fue el orden público, la Ley, la convivencia y la Constitución. Los miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado -no incluyo, por supuesto, a la cúpula de esos Mossos convertidos en policía política al servicio de la independencia- se comportaron de modo ejemplar, defendiéndonos a todos.

Cierto es, sí, que si el final de la jornada iba a ser el recuento de votos emitidos en cientos de urnas y la proclamación bufa de los resultados, las cargas policiales estuvieron de más, no debieron producirse y tan sólo contribuyeron al relato victimista de los golpistas. Pero esas cargas no las decidieron los agentes, señor delegado del Gobierno.

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